E
l sistema alimentario centroamericano y el desarrollo rural que lo sustenta enfrentan condiciones adversas para su sostenibilidad a diferentes niveles territoriales. En el nivel na- cional nos enfocamos en las condiciones generales de este sistema alimentario regional y del modelo
de desarrollo rural de los últimos 60 años, que lo tensionan
y amenazan. En este escrito se abordan procesos y dinámicas de población y del ambiente desde una visión regional.
Consideraciones de la población. Según Informe técnico
de tendencias de la disponibilidad y la necesidad de alimentos en los países de la región del PRESISAN (Sibrián
y Palma, 2013), para 2050 se proyecta un incremento de
población que oscila entre el 60% (con baja fecundidad) a
por debajo del 90% (con alta fecundidad). Esto demanda
el desarrollo de estrategias de incremento de disponibilidad alimentaria para el abastecimiento Per cápita, por volumen y diversidad, así como por mejoría en los sistemas
de comercio, abastecimiento y consumo.
En las últimas décadas, las ciudades pequeñas y
de medio porte han sido receptoras de la migración rural (Berdegué y Meynard, 2012). A falta de un desarrollo
adecuado estas han sido sensibles a los fenómenos de migración y violencia, y hay cambios en la estructura poblacional local, Por ejemplo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador tiene una tipología de ciudades
según su estructura poblacional, y en función de eso, establece las estrategias de desarrollo que apoyan; esto hace
pensar que las ciudades pequeñas y de mediano porte serán
esenciales en el desarrollo sostenible de Centroamérica.
Centroamérica en general, y cada uno de sus
países con sus particularidades, enfrentan cuatro cambios poblacionales sustanciales, que está modifi cando las
condiciones de desarrollo general y de nuestro sistema
alimentario y ruralidad en particular. Estos cambios están
vinculados al crecimiento de la población urbana, la migración y el envejecimiento.
Nicaragua hizo su transición de estructura de población de rural a urbano en la segunda mitad de la década
de los 70, seguido por Costa Rica y El Salvador en los 80,
la región centroamericana la vivió en los 90, y Honduras y
Guatemala en la segunda mitad de la década pasada. Esta
transición fue acompañada por profundos cambios en la
cultura alimentaria reduciendo su diversidad y los conocimientos de gestión de su estacionalidad, así como en las
condiciones de salud de la población con incremento de la
obesidad (Hurtado, 2015).
En este cambio poblacional se ha presentado una
creciente capacidad de selección; Dumazert (2008) expresa que la tendencia creciente de mejoría de ingreso general de la población va acompañada de un incremento de
opciones para elegir, dentro de un perfi l de productos o
nuevos perfi les de consumo; y la calidad de su cultura alimentaria representada por las preferencias, y conocimientos en sus decisiones al escoger (capacidad de elección).
Estos ámbitos tienen un papel creciente en la promoción
de la Soberanía, Seguridad Alimentaria y nutricional de la
región y sus países. Por ello el desarrollo de políticas que
fortalezcan la cultura alimentaria para la gestión de la biodiversidad y su estacionalidad, es de profunda importancia
para la protección de la producción agroalimentaria y el
consumo regional. Así también junto al proceso de urbanización se hace necesaria, cada vez más, la promoción de
estilos de vida saludables.
Otro factor que tuvo impacto, en la organización
poblacional, fue la implementación de la revolución verde
en Centroamérica: resultó en un cambio societal; Hurtado
(2005) hace referencia a cambios en las estructuras generales nacionales (urbano/rural), profunda diversifi cación
de la tipología de actores y jerarquías sociales en lo urbano
y rural, monetización de la economía rural, cambios en los
instrumentos y modelos de gobernanza con la construcción de los Estados nacionales; de fuertes movimientos de
población en diferentes niveles territoriales (urbano-rural,
de valles a laderas, de territorios económicamente integrados a las fronteras agrícolas; y entre países como el mercado regional de cortadores de algodón, en un inicio) en los
últimos 60 años (Hurtado, 2015). Estos cambios fueron
acompañados por la construcción de nuevas identidades,
entre ellas las reivindicativas de mujeres por la igualdad
de derechos. Un resultado ha sido una mayor feminización
de lo rural que se expresa hoy en un mayor número relativo de mujeres al frente de unidades productivas y de servicios, así como en la fuerza laboral rural (Lastarria-Cornhiel, 2008). Sin embargo, la equidad en el acceso de
recursos, servicios e información es una tarea pendiente.
Estrategias de inclusión con equidad de género tiene una
importancia estratégica creciente para un sistema alimentario y desarrollo territorial sostenible, además de materia
pendiente en derechos económicos, sociales y culturales.
Los países de Centroamérica se encuentran en diversos estados de avances en su bono demográfi co (Estado
de la Región, 2016). Costa Rica y Panamá se encuentran en
la fase de agotamiento de este proceso que se proyecta para
el 2020. Se proyecta que El Salvador llegará al fi nal de este
período hacia el 2030. Belice, Nicaragua y Honduras tiene
hasta el 2035 y Guatemala (el único país que se encuentra al
inicio) se proyecta hacia el 2050. Para la obtención de resultados favorables “es necesario realizar esfuerzos en materia
educativa y laboral, con el fi n de que las personas en edad
de trabajar se conviertan en económicamente activas y altamente productivas” (Estado de la Región, 2016, p. 106).
Una vez terminado el bono demográfi co, el envejecimiento
de la población vendrá acompañado de una reducción relativa de población económicamente activa que de no ser
compensada con adecuados incrementos de productividad
o con ingresos no provenientes del trabajo como el ahorro,
podría provocar efectos negativos en el bienestar económico. En este contexto el incremento de los salarios mínimos
por encima de la canasta básica, capaces de garantizar la
seguridad social para toda la población, es una meta estratégica, que dispone de relativamente poco tiempo, así como
la protección universal del adulto mayor.
Así también, encontramos que la edad promedio
de los productores de granos básicos de Centroamérica a
mitad de la década pasada era de 49 años y 45 años de la
población rural (Baumeister, 2010). Para esto se hace necesario el desarrollo de una nueva economía territorial incluyente, que resulte atractivo a jóvenes.
Centroamérica, como Mesoamérica y la región del
SICA, está construida sobre una gran base multicultural, de
origen (originarios, europeos, africanos y orientales) y fusiones (creole, garífunas, mestizos, mulatos, …), ocupando
toda la diversidad territorial de la región (Atlas de Centroamérica, 2011). Son culturas que llevan siglos ocupando sus actuales territorios y que han acumulado conocimiento a lo
largo de todo ese tiempo, cada una de ellas con sus visiones
y valores. Esto demanda que toda construcción de desarrollo inclusivo y sostenible parte de diálogo de saberes que se
conformen comunidades epistémicas.
Consideraciones ambientales. Centroamérica presenta
una alta diversidad biológica y nichos ambientales en una
extensión geográfica relativamente reducida. Conformada
por diferencias importantes en altura (desde el nivel del
mar hasta entorno de 4 500 msnm), de zonas climáticas
(Cuenca del Pacífico seca - hasta mínimos de 800 mm año-
1 y cuenca del Caribe húmeda - hasta máximos de 5 000
mm año-1), con gran variedad de suelos en su constitución
y antigüedad (de calcáreos a volcánicos) que se expresan
en regiones o zonas ecológicas diversas (Atlas Centroamericano, 2011). Pero, además, Centroamérica geológicamente fue puente entre la flora y fauna de América del
Norte (mamíferos y plantas con flores) y América del Sur
(marsupiales y plantas sin flores) hace unos 33.5 millones
de años, lo que le da una gran diversidad biológica por unidad de área en relación con otras áreas del planeta. Todo
esto conforma el Hotspot -área o territorio donde hay una
especial concentrción de biodiversidad- de Mesoamérica,
lo que implica que con “menos del 0.5 por ciento de la extensión terrestre del planeta, Mesoamérica posee entre el 7
y el 10 por ciento de todas las formas de vida conocidas y
el 17 por ciento de todas las especies terrestres” (Critical
Ecosystem Partnership Fund, 2004). Cualquier modelo de
desarrollo que pretenda ser sostenible y que quiera aprovechar el potencial territorial de desarrollo, debe de partir
de la gestión social de esta diversidad biológica y ambientales. Esta condición se presenta como una oportunidad
para el incremento de la disponibilidad de alimentos por
diversidad de la biota alimentaria disponible, frente a la
perspectiva de crecimiento de población. Esta condición
genera la necesidad de tener la capacidad de gestionar adecuadamente la biodiversidad y su estacionalidad, donde
una adecuada cultura alimentaria y sistemas inteligentes
de información son centrales en esta gestión.
Los países del SICA se construyen sobre territorios con pendientes que conforman hasta el 70% de su
superficie (Atlas de Centroamérica, 2011), lo que implica espacios productivos ambientalmente frágiles en sus
ciclos de agua y suelo, con significativas variaciones de
disponibilidad de agua (inter e intra anual) y temperaturas
según altura. Esta condición orienta a necesidades de desarrollo tecnológico-económico-ambiental para la producción agroalimentaria y no alimentaria a modelos productivos eficientes en la gestión del agua y la humedad, basados
en coberturas forestales con una pecuaria adecuada a las
condiciones ambientales.
En relación con la superficie agricultable de la
región (FAO STAT, datos del 2009), sólo Nicaragua cuenta con una superficie agricultable por habitante (0.33 ha/
hab) mayor a la media mundial (0.2 ha/hab), Centroamé-
rica cuenta con una disponibilidad menor (0.14 ha/hab) a
la media mundial, y como SICA, esta área disponible se
reduce (0.13 ha/hab), esto tiene como implicación fuertes
restricciones de superficie disponible por trabajador(a).
Esto demanda estrategias intensivas en resultados por unidad de superficie (producción de biomasa útil - alimentaria
y no alimentaria) e intensiva en recurso humano (trabajo
y conocimiento) para una optimización social del modelo
de desarrollo.
Existe una una dotación diferenciada de recursos
entre los países Centroamérica como por ejemplo: Nicaragua es el país que cuenta con más superficie agricultable
por habitante y Costa Rica menos (1/8 respecto a Nicaragua); Costa Rica y Guatemala con mayor dotación de
biodiversidad productiva alimentaria y Nicaragua con el
menor (2/5 de la biodiversidad productiva); todo el territorio salvadoreño se encuentra en el corredor seco y sus
principales cosechas de agua se encuentran fuera de su
territorio. Lo anterior hace estratégico fortalecer el comercio agroalimentario regional como comercio comunitario,
promover la sostenibilidad de las aguas de la región y fortalecer su cultura alimentaria para gestionar su biodiversidad alimentaria y con eficiencia su estacionalidad.
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El cambio climático.
Diversos autores expresan que el
cambio climático se experimentará en Centroamérica
con una disminución en precipitación anual, una menor
cantidad de días con lluvia, aparejado de incremento de
temperatura media, así como exacerbaciones en la variabilidad climática. Esto podrá llevar en diversos territorios
de Centroamérica a reducción de disponibilidad de agua y
reducción de biomasa, principalmente de aquellas cuencas hidrográficas que alcanzan alturas superiores a los 800
msnm. Lo anterior hace necesario la reducción de riesgos
incrementando la gestión de la biodiversidad alimentaria
y su estacionalidad (productiva y cultural), y estrategias
territoriales para la gestión integral y eficiente del agua,
que proteja la producción y el consumo.
El grado de afectación de la carencia de agua también depende de las alturas de las microcuencas. Las que
alcancen alturas mayores a los 1 000 msnm, podrán beneficiarse del efecto adiabático de las corrientes de aire. Entre los 800 y 1 000 msnm podrán beneficiarse de la neblina
en los días más fríos. Las comunidades sin microcuencas,
que superen los 800 msnm, serán las más afectadas. Una
estrategia de construcción de economía ambiental basada
en la cobertura forestal y la biodiversidad puede desarrollarse a lo largo de todo el año, inclusive en períodos del
fenómeno de El Niño, en alturas superiores a las 1 000 a
1 100 msnm. Por debajo de los 1 000 msnm tendrán que
alternarse años secos para trabajo (Los programas de Alimentos por Trabajo o sus equivalentes, pueden orientarse
al desarrollo de esta infraestructura hidráulica regional) en
micro cuencas y cuencas (para cosecha y estabilización de
aguas) y los períodos húmedos para incrementar la biomasa boscosa. Mejoría de condiciones en micro cuencas
arriba de los 1 000 msnm podrían redundar en mejoría en
la cantidad de tiempo disponible para la recomposición
de la economía ambiental entre los 800 y 1 000 msnm.
De los resultados de la economía ambiental en las laderas,
dependerán en gran medida los resultados de la economía
ambiental y la seguridad de las costas (salud de sus manglares), las planicies y los valles (manto acuífero y calidad
de los suelos). Esto hace necesario una política de Estado
de los países de Centroamérica de promoción y desarrollo de una economía de cobertura forestal, así como de
gestión de biodiversidad y agua. Será necesaria una economía ambiental basada en la cobertura forestal (sistemas
agroforestales, silvopastoriles o de forestaría comunitaria)
para adaptarse a estos cambios, protegerse y convertirlos
en una oportunidad. Para el desarrollo de la agroindustria,
debe de considerarse la eficiencia en la gestión del agua.
Una de las características ya observadas en el cambio climático es la intensidad y duración de los eventos extremos, como observados con los Fenómenos de El niño y
la Niña. Con estos escenarios y de mantenerse el actual modelo de desarrollo rural, habrá conflictos entre los distintos
consumos de agua (humano, animal y riego). Esto demanda
que el desarrollo territorial y el sistema alimentario necesitan estar y desarrollarse territorialmente adecuado.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Baumeister, E. (2010). Pequeños productores de granos básicos en América Central. Cuantificación, caracterización, nivel de ingresos,
pobreza, y perfiles demográficos, socioeconómicos y ocupacionales. FAO-RUTA Honduras.
Berdegué, J., y Meynard, F. (2012). Las Ciudades en el Desarrollo Territorial Rural. Serie Claves para el Desarrollo Territorial. Santiago
Chile: RIMISP-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Critical Ecosystem Partnership Fund. (2004) Perfil de Ecosistema. Región sur del Hotspot de biodiversidad en Mesoamérica (Belice,
Guatemala y México). Recuperado de https://www.cepf.net/sites/default/files/final.spanish.mesoamerica.northernmesoamerica.ep_.
pdf
Estado de la Región. (2016). Quinto Informe. Costa Rica. Recuperado de http://www.estadonacion.or.cr/erca2016/assets/erca-2016-
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Hurtado, A. (2015). Estado de la Soberanía Alimentaria de Centroamérica: Repensando la gobernabilidad regional para un desarrollo
rural incluyente, integrado y sostenible frente a los grandes retos de la globalización. ADHAC
Lastarria-Cornhiel, S. (2008). Feminización de la agricultura en América Latina y África Tendencias y fuerzas impulsoras. Serie DEBATES Y TEMAS RURALES N° 11. Santiago Chile: RIMISP-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Sibrián, R., y Palma, P. (2013). Tendencias de la disponibilidad y la necesidad de alimentos en los países de la región del SICA. Informe
técnico, OBSAN-R PRESISAN. Recuperado de file:///D:/Datos%20de%20Usuario/Descargas/Tendencias%20de%20la%20disponibilidad%20y%20la%20necesidad%20de%20alimentos%20en%20los%20paises%20de%20la%20region%20del%20SICA%20
%20Mayo%202013.pdf
Sistemas de Información FAO; FAOSTAT. Dirección de Estadística. Recuperado de http://faostat3.fao.org/home/S
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