Todo estudio motivacional de la conducta de un infractor debe hacer referencia a la
edad promedio del sujeto y este aspecto criminológico también es esencial en el análisis
de las motivaciones del ciberdelincuente. Algunos de los indicadores de las motivaciones
en la comisión del delito informático están relacionadas con la edad promedio y sexo
del infractor. De hecho, algunas investigaciones realizadas por Kranenbarg Weulen, Holt,
& Van Gelder (2019) relacionadas con las motivaciones del delito común y del ciberdelito
han expuesto que el medio virtual en el que se desarrolla el delito informático es un
medio aparentemente inofensivo en el que predomina (inicia) la interacción de los jóvenes
infractores a edades tempranas (-18 años) y a través de la cual conectan con una segunda
realidad por medio de la proyección alternativa de su personalidad. Quienes han crecido
con la evolución tecnológica son, en muchos casos, nativos digitales. Su lenguaje,
comportamiento y relaciones interpersonales están adaptadas y habituadas al medio
tecnológico.
Esta comodidad en el mundo virtual coincide con la fase de iniciación y exploración de
experiencias en las que el joven adquiere o refuerza habilidades informáticas especiales,
para quien la recompensa es evitar ser descubierto y la prioridad es el juego permanente
del anonimato. Para algunos expertos, esta desinhibición online se caracteriza por i) la
neutralización (en internet no existen límites); ii) el anonimato (actuar bajo otra
realidad); y iii) la seguridad (minimización del riesgo a ser castigado).
Los jóvenes saben que el internet les permite mantener el anonimato y la invisibilidad,
no dejan huellas de sus actividades, se mueven en un entorno sin fronteras físicas ni
barreras y que facilita la comunicación e interacción multinacional donde pueden
continuar el auto aprendizaje por medio de tutoriales de otros delincuentes en el
ciberespacio. Esto último nos exige tener presente que el ciberdelito se ha convertido
en una actividad empresarial altamente lucrativa en su vertiente individual u organizada
y además se ha convertido en un entorno de mercado con sus propias regulaciones.
Paralelo a los mercados físicos, en la realidad virtual de internet, el mercado del
cibercrimen opera en un contexto de anonimato donde existen sectores de mercado
mejores y peores, constituido por una amplia gama de delincuentes con distintos
objetivos. En el mundo del ciberdelito también los infractores se han impuesto
regulaciones para poder acceder al nicho de mercado en el que desarrollan sus
actividades ilícitas, creando barreras para posicionarse en un ranking reputacional virtual.
En este contexto, para cualquier sistema penal el ranking reputacional de los infractores
adquiere relevancia al momento de compilar información y realizar el análisis de sus
motivaciones puesto que los niveles de conocimiento adquiridos a lo largo de cierto
período de tiempo pueden denotar el nivel de sofisticación, planificación y tipo de
motivación del infractor. Las modificaciones en el ranking reputacional de un infractor y
la relación de éste con el entorno pueden servir de indicativo en la planificación de
acciones delictivas futuras. Por ejemplo, un infractor en su fase de iniciación puede
ascender en el ranking y pertenecer a un grupo de élite, ya sea a través del
autoaprendizaje motivado por el activismo político, y posicionarse en este grupo élite
con el objetivo de aglutinar seguidores y planificar un ataque simultáneo e intrusión en