44
multidimensional, la cual se encuentra en todas las regiones
del mundo. Según índices provistos por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo en su informe anual
Índice de Pobreza Multidimensional Global 2021, en el que
compara, vigila y mide la pobreza multidimensional en más
de 100 países del mundo, la situación se agudiza
gravemente en regiones como el África subsahariana y el
sur de Asia, regiones en las que el 53% y el 29% de la
población, respectivamente, son pobres (PNUD & OPHI,
2021). De 5,900 millones de personas, 1,300 millones se
encuentran en situación de pobreza multidimensional. Es
decir, el 21.7% de la población se encuentran en estado de
pobreza. En esta cifra, se incluyen niños, encontrándose que
casi la mitad de las personas que viven en la pobreza
multidimensional son niños (PNUD & OPHI, 2021).
Esto significa que la pobreza afecta más a los niños que
a los adultos. Simples niños que experimentan privaciones
en términos de años de escolaridad, combustible para
cocinar, acceso a agua potable, entre otros, lo que amplifica
la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años. La
mortalidad infantil está vinculada a la pobreza, lo que se
demuestra al tomar en cuenta que la mayoría de estos niños
viven en países con un bajo desarrollo humano y escasos
ingresos. Dichos niños mueren como consecuencia de una
enfermedad provocada por el acceso inexistente a servicios
como la asistencia sanitaria, acceso al agua potable, entre
otros.
Factores de la pobreza
Los Estados deben desarrollar mecanismos destinados a
brindar ayuda para todas aquellas personas víctimas de la
pobreza, desigualdad y exclusión social para que se les
permita disfrutar de todos aquellos derechos, los cuales se
les han sido violados. Todos los derechos humanos, el
derecho a la libertad de expresión, al sufragio, a los
alimentos, a la atención sanitaria y a la salud son de vital
importancia para los que sufren de la pobreza. La pobreza
es un elemento que se entremezcla con factores como la
exclusión social, la discriminación y la desigualdad,
haciendo realidad un acceso desigual a recursos y
oportunidades.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos
(1995), dispone en su artículo 1.1, que aquellos Estados que
han ratificado la convención “se comprometen a respetar
los derechos sin discriminación alguna por motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición social”
(p. 2). Sin embargo, debido a la falta de líderes capaces de
cumplir con las disposiciones contenidas en los tratados,
convenios y leyes vigentes en cuanto a la protección de los
derechos humanos de la persona, los temas de la
desigualdad y exclusión social ya no son una problemática
influyente en Latinoamérica y el Caribe, sino una
problemática hemisférica.
Actualmente, países con ingresos medianos y altos
también se han enfrentado a condiciones crecientes y
alarmantes de desigualdad donde la acumulación de riqueza
es desmedida en posesión de pocas personas. La
desigualdad no se ve expresada solamente en la escasa
diversidad de personas que reciben ingresos o poseen bienes
materiales, también se deriva de la discriminación por razón
de grupos étnicos, idioma, religión, género, origen
geográfico, de distinta capacidad física y/o cognitiva, entre
otros, lo que la convierten en un fenómeno mundial
incompatible con los ideales democráticos.
En suma, existen otras desigualdades de carácter
permanente, tales como el ser mujer, persona con
discapacidad e inmigrante, entre otros. Dichos factores
implican una posición de desventaja exponencial en cuanto
al diario vivir en la sociedad a comparación de aquellos
individuos quienes no se encuentran en esos grupos de
vulnerabilidad.
Los derechos humanos y su relación con la
pobreza
Si bien, la pobreza y los derechos humanos son dos
conceptos que a primera vista no se consideran íntimamente
relacionados, en la práctica se busca incorporarlos a efecto
de abordarlos bajo la óptica de los derechos humanos. La
realidad que se vive mundialmente se ha tornado en un reto
para los Gobiernos de los Estados y su capacidad de afrontar
la pobreza, pero también para aquellos órganos que tienen
la obligación de tutelar toda acción u omisión que conlleve
a la transgresión de los derechos fundamentales del
individuo. Por cuanto su obligación es garantizar y proteger
los derechos individuales y sociales de la persona como tal.
Esta problemática se encuentra más allá de los propios
Estados, por lo que no debe escapar al Sistema
Interamericano, específicamente a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos al ser esta parte de los principales
actores en materia de derechos humanos.
Poner fin a elementos como la exclusión social,
discriminación y desigualdad permitirá eliminar los
obstáculos que enfrentan diariamente las minorías en
cuanto a su participación en el mercado laboral, acceso a
asistencia médica, acceso a la educación, entre otros. Las
situaciones de pobreza general como de pobreza extrema
conllevan un claro atentado a la dignidad del ser humano
implicando asimismo una vulneración total a numerosos
derechos humanos. Concretando, Eleonor Faur (2008)
sugiere que “las múltiples definiciones sobre la pobreza
tienen en común la evidencia de una carencia, de un déficit
para acceder a niveles de vida dignos” (p. 178).
El pilar componente de la pobreza supone la presencia
de exigencias humanas de carácter imperioso, exigencias
que se encuentran entrelazadas desde su cimiento con los
derechos humanos. La pobreza supone la evidente violación
de la dignidad humana por parte de los propios Estados, lo
que implica la privación de su propia ciudadanía y