1
Autor corresponsal: mario_garcia60@hotmail.com, Universidad Tecnológica Centroamericana, Campus Tegucigalpa
Disponible en: http://dx.doi.org/10.5377/innovare.v11i2.14794
© 2022 Autores. Este es un artículo de acceso abierto publicado por UNITEC bajo la licencia http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0
Opinión
La normalización de la violencia como un fenómeno negativo en
Honduras
The normalization of violence as a negative phenomenon in Honduras
Mario Javier García Martínez
1
Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Tecnológica Centroamericana, UNITEC, Tegucigalpa, Honduras
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define
violencia como “el uso intencional de la fuerza física o el
poder real o como amenaza contra uno mismo, una persona,
grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad
de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal
desarrollo” (WHO, 2020). A lo largo de la historia se ha
visto que la violencia es algo inherente al ser humano. Ha
existido desde el inicio de los tiempos, por motivos de
supervivencia, conquista o incluso por placer. A 200 años de
la independencia de Honduras es importante analizar el
pasado, presente y futuro de esta problemática de salud
pública que existe a nivel mundial (Elbert, 2018).
La “normalización de la violencia” solo puede ser
interpretado como un fenómeno negativo. Este conlleva a
una sociedad a considerarlo como “comportamiento
normal”, cuando debería ser repudiado y desagradar de
manera total. Nos vemos agobiados por el abundante
contenido violento de los medios de comunicación. Ya sea
en la portada de los principales periódicos del país o en
canales de televisión. Los noticieros enseñan al ser humano
en sus momentos más vulnerables y lo “vemos normal”.
Claro, esto ha sido el producto de años de violencia que ha
estado y permanece en nuestro país.
La violencia no escoge grupo etario. Inicia desde la
infancia, Se ha estipulado que a nivel mundial uno de cada
dos niños entre las edades de 2 a 17 años experimenta algún
tipo de violencia anual. Un tercio de los estudiantes entre 11
y 15 años del planeta han sufrido alguna manifestación de
acoso escolar (bullying) en el último mes y se ha estimado
que 120 millones de mujeres han sido víctimas de contacto
sexual forzado antes de los 20 años. Dicha situación nos
habla de la alarmante situación de violencia y su espectro
(física, psicológica, sexual, entre otras) que se encuentra
presente a nivel global (WHO, 2020).
Una de las enseñanzas aportadas por el COVID-19 es que
bajo determinadas condiciones (encierro, problemas
económicos) la prevalencia de la violencia doméstica suele
aumentar. Y lo hace sin discriminación de género, pudiendo
experimentarla también el género masculino. Sin embargo,
de los aspectos más importantes, son las consecuencias que
trae este aumento, tanto en la familia como en el resto de los
miembros participantes. La violencia se asocia con el abuso
de sustancias, la depresión, ansiedad, trastornos alimentarios
y hasta con ideas suicidas. Otro aspecto muy importante a
resaltar es que, ya sea como víctima directa o por la
observación, la violencia predispone a esta persona a un
comportamiento similar en su futura familia. Deja una pobre
regulación emocional, poca empatía y una expresión
negativa ante el estrés, donde se determina la potencialidad
de ser un futuro perpetrador de violencia (Mazza, 2020).
Los orígenes de las altas tasas de homicidio que
manejamos actualmente en Honduras surgen en la década de
los años 90. Entre 1995 y 1999, por ejemplo, se hablaba de
un aproximado de 12,000 homicidios en nuestro país. Sin
embargo, solo en el año del 2009 se presentó un número de
5,265 homicidios, solo en ese año. Dicho aumento se suele
asociar a la estructuración de pandillas. Durante estos años
se organizaron y establecieron a través de diferentes
“mecanismos de control” como ser la extorsión, secuestros,
agresiones y, por supuesto, homicidios con el propósito de
lograr sus objetivos (Fogelbach, 2011).
Posterior a esto, todo fue en ascenso, según las
publicaciones más recientes, por parte de instituciones
dedicadas a estos propósitos. El cálculo de una tasa
epidemiológica se realiza de la siguiente manera. Se divide
el total de eventos ocurridos (homicidios) en un periodo
dado en una población entre el tiempo-persona total (es
decir, la suma de los periodos individuales libres de la