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Año 5/No 1/ Marzo, 2019
ISSN: 2414-8903 Línea
“EL DISCURSO HEGEMÓNICO
DE LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL
EN TORNO AL ESTADO DE
HONDURAS”
GERSON SAN JOSÈ RAMÌREZ
gsanjose7@hotmail.com
Doctorando del Programa de investigación en
“Estado de Derecho y Gobernanza Global,
Universidad de Salamanca. España.
ORCID: 0000-0003-4204-1073
DOI: 10.5377/rpdd.v5i1.11964
Recibido: septiembre, 2018 Aceptado: noviembre, 2018
RESUMEN
L
a violencia en Honduras reviste especial atención debido a que es uno de los países
de la región centroamericana que ha llegado a aglutinar las diversas formas de
violencia de manera exponencial, posicionándose como uno de los países con un alto
índice de violencia. Ante este escenario, la pregunta que me he formulado es: ¿cuáles
son las causas y factores principales que posibilitan tal estado de violencia en el país?
Para contestar a esta interrogante he decidido tomar como objeto de investigación
la violencia estructural entendida en términos de pobreza, desigualdad y privación
de los derechos fundamentales, a partir del suceso del Golpe de Estado del 28 de
junio de 2009, donde se evidenció la violencia directa e institucional, condensadas
dentro del amplio discurso de la violencia estructural que han venido articulando las
Elites de Poder a lo largo de la historia social y política de Honduras. Esta dimensión
discursiva de la violencia estructural subsumida en el marco de acción del Estado será
analizada a través de la “Teoría del Discurso” de Ernesto Laclau Y Chantal Mouffe.
PALABRAS CLAVES
Dislocación, articulación, universalismo, antagonismo, hegemonía, violencia
estructural, punto nodal, signicante otante.
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Gerson San Josè
KEYWORDS
Dislocation, articulation, universalism, antagonism, hegemony, structural
violence, nodal point, oating signier.
ABSTRACT
Violence in Honduras is particularly important because it is one of the
countries in the Central American region that has come to agglutinate the different
forms of violence exponentially, positioning itself as one of the countries with a high
rate of violence. Given this scenario, the question I have asked myself is: what are the
main causes and factors that make such a state of violence in the country possible?
To answer this question I have decided to take as a research object the structural
violence understood in terms of poverty, inequality and deprivation of fundamental
rights, since the coup d’état happened on June 28, 2009, where direct violence was
evident and institutional, condensed within the broad discourse of structural violence
that have been articulating the Power Elites throughout the social and political history
of Honduras. This discursive dimension of structural violence subsumed within
the framework of State action will be analyzed through the “Discourse Theory” of
Ernesto Laclau and Chantal Mouffe.
INTRODUCCIÓN
La elección del tema de investigación se debe principalmente al estado de
violencia que padece la sociedad hondureña, por lo que considero de suma importancia
analizar dicha problemática para entender el fenómeno de la violencia desde un punto
de vista de análisis “estructural” en términos de privación, pobreza y desigualdad que
viven los ciudadanos hondureños, así como la represión institucional que sufren por
parte del Estado.
En cuanto al marco contextual, el hilo conductor de esta investigación
se enmarca a partir del Golpe de Estado de 2009 con los subsiguientes sucesos
sociopolíticos que se fueron desarrollando hasta las elecciones presidenciales de
noviembre de 2017. Es preciso entender el recrudecimiento de la violencia estructural
en el contexto del Golpe de Estado y su transición, no como un hecho aislado, sino
como resultado de unas prácticas hegemónicas de represión y desigualdades históricas
sedimentadas en el propio Estado de Honduras.
La Teoría del Discurso, como herramienta metodológica, se relaciona con
la elección del objeto de estudio y con el marco contextual al tener en cuenta la
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importancia del análisis de los procesos políticos en base a la construcción del Estado
nacional como un proyecto político hegemónico. Por otra parte, en el contexto político
de Honduras, el análisis de la correlación de fuerzas permite observar las limitaciones
de los grupos sociales para constituirse como una sociedad civil organizada frente al
poder autocrático de las Elites de Poder. La noción de poder aquí se dirime sobre dos
escenarios, sobre la construcción de lo “social”, y sobre la práctica de lo “político”,
donde lo político es constitutivo de lo social. Es decir, la situación de desigualdad
y pobreza en la que se encuentra la sociedad hondureña, se perpetúa a través de las
prácticas políticas que reproducen y legitiman una violencia estructural de la cual
emerge el agelo de la violencia directa que mantiene en un estado de parálisis a la
sociedad hondureña.
Como bien se ha mencionado anteriormente, el tema de investigación elegido
gira en torno a la violencia estructural en Honduras, por lo que en este artículo
intento explicar de manera expositiva el objeto de estudio, el marco contextual y
la metodología utilizada. A partir de la Teoría del Discurso de la Escuela de Essex,
profundizo en el carácter estructural que posee la violencia en Honduras como
dimensión analítica. Para ello, realizo un diagnostico de la realidad política y social
de Honduras, visibilizando los diferentes actores sociopolíticos y sus estrategias en
torno a la noción de poder.
En este sentido, para la consecución de la investigación, conecto la Teoría
del Discurso con la Teoría de Marcos, donde los marcos de la acción colectiva son
fruto del “proceso de enmarcado” (framing process). El proceso de enmarcado es
el proceso de generación de nuevos marcos interpretativos, que emergen a partir
del cuestionamiento de marcos interpretativos existentes. Por otra parte, en la
investigación de campo, utilizo las técnicas del método cualitativo para recabar
información, como por ejemplo entrevistas en profundidad a actores clave como los
movimientos sociales, partidos políticos, analistas, periodistas, académicos, etc.
Otra técnica investigativa utilizada para recabar información ha sido el
análisis de contenido. Este triangulo de técnicas de investigación me ha permitido
obtener una mejor perspectiva analítica del fenómeno de la violencia en Honduras
en términos estructurales, pero también en términos culturales y sus diferentes
expresiones directas.
La Teoría del Discurso: Una herramienta metodológica de análisis de los procesos
sociales y políticos.
Para comprender el objeto de análisis de la violencia estructural a través
de la Teoría del Discurso, es necesario reejar su carácter metodológico a partir de
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la contribución intelectual que realiza Antonio Gramsci a la categoría conceptual
de “hegemonía” y, posteriormente, la centralidad que le otorgan Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe en el debate político con la obra “Hegemonía y estrategia socialista”.
La categoría conceptual de “discurso” comprende la convergencia de las
ideas y de las acciones del sujeto social, dentro de contextos históricos concretos,
que a su vez forman parte de una totalidad discursiva. A partir de la Teoría del
Discurso, la identidad del sujeto será entendida como abierta, precaria y dislocada.
Es en este contexto donde nace la necesidad de entender que todo proyecto social
posee un carácter ontológico y contingente. Para ello será necesario analizar los
procesos sociales y políticos a través de dos categorías conceptuales fundamentales:
Antagonismo y hegemonía.
Para Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, el concepto de “antagonismo” expresa
el proceso por el cual lo social, es decir, el campo de las diferencias discursivas, es
homogenizado en una cadena de equivalencia que opera frente a un exterior puramente
negativo (Critchiley y Marchart, 2008; pp. 19-20). Esta idea de antagonismo parte de
una concepción en lo que “lo político” es un espacio de poder y conicto. La relación
“antagónica” no surge de identidades constituidas plenamente, sino de la misma
necesidad de constituir dichas identidades. Desde un punto de vista ontológico,
la fuerza exterior que antagoniza al sujeto subordinado constituye un símbolo de
imposibilidad para la constitución de su identidad.
Para entender la construcción discursiva que relaciona los contextos
históricos, acciones y sistemas de signicación, es necesario introducir el concepto
de articulación. En la Teoría del Discurso la identidad esencialista de representación
es sustituida por la de articulación. Las prácticas articulatorias del sujeto dentro
de un terreno discursivo están íntimamente ligadas a la lógica de la construcción
de la hegemonía. Por lo tanto, la hegemonía debe entenderse como el proceso de
constitución o rearticulación de lo social a partir de una fragmentación de sujetos
sociales dislocados y dispersos que comparten el deseo de emancipación.
En un esfuerzo de cierre del proceso hegemónico, el punto nodal es un
signicante “privilegiado” en torno al cual converge un conjunto de demandas
dispersas, con el n de articularlas y centralizar así el malestar general de los agentes
sociales que buscan un cambio. Pero el cierre solo puede ser parcial, pues el carácter
contingente y abierto del proceso articulatorio de la hegemonía es introducido por la
idea de elementos llamados signicantes otantes, cuya ambigüedad de signicación
solo permite el cierre parcial entre el signicante y el signicado.
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Etapas universales del Estado de Honduras.
Hay que analizar la violencia estructural en Honduras a partir del proceso
de construcción o articulación de las categorías políticas de Nación, Estado y
Democracia, pero también del papel fundamental de la noción de “Sujeto” encarnado
en el signicante de ciudadanía. Solo a través del análisis de los diferentes contextos
históricos sociopolíticos se podrá vislumbrar el proceso de signicación de dichas
categorías, y de cómo la sedimentación de la violencia estructural en Honduras no
posee una esencia apriorística, sino mas bien contingente y ontológica.
En la categoría de la democracia se puede observar como el hiato o fractura
de la democracia es resultado de la crisis de representación política y del décit
de participación ciudadana. Por lo tanto, para entender el estado de la democracia
en Honduras, es necesario asumir la existencia de una crisis de legitimidad que
se correlaciona con la brecha insondable entre la primacía de los intereses de los
representantes frente a la importancia marginal que se le otorga a las demandas de los
representados. Por otra parte, respecto a la categoría de Nación, se puede entender
como un constructo ontológico que intenta establecer un “sentido”, una identidad
marcada por la dislocación del sujeto entre un sentimiento precario de pertenencia y
la falta o vacio que nunca logra llenar.
Desde un punto de vista performativo, la categoría del Estado es un proyecto de
construcción político, cuya lógica del orden, entendida en la terminología hobbsiana
en su obra “Leviatán”, establece unos límites estructurales y normativos que permiten
la encarnación del poder en la gura del “soberano” en detrimento de la autonomía
del gobernado. Al conectar la lógica del Estado como estructura de orden social y la
lógica de la democracia como liberadora de las pulsiones del sujeto social, podemos
comprender como en el caso de Honduras una reducida Elite de Poder atenaza a
través de la maquinaria del Estado las pulsiones democráticas de buena parte de los
ciudadanos, perpetuando un sistema de exclusión que demoniza tales pulsiones como
antisociales.
Es preciso entender los diferentes clivages que se producen en las categorías
políticas y, por otra parte, la polarización de las motivaciones económicas, culturales e
identitarias de los grupos dominantes contrapuestas a los intereses de los movimientos
sociales. Estas motivaciones insertas en la articulación de las diferentes categorías
políticas, indefectiblemente, van a establecer los parámetros contingenciales para el
surgimiento de un Sujeto social en el contexto de Honduras.
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Clivages: Dislocación y Universalismo.
Para David Howarth, la categoría conceptual de dislocación se dene como
aquellos “acontecimientos” o “crisis” que no pueden representarse en el orden
discursivo existente, dado que su función es interrumpir y desestabilizar los órdenes
simbólicos (Howarth, 2016, p.324). En este sentido, la dislocación es una serie de
acontecimientos disruptivos, que de manera contingencial, pueden decidir sobre la
forma de la identidad del sujeto y de la sociedad misma.
En el caso de Honduras es importante destacar varios escenarios históricos
que permitieron el proyecto universalizador del Estado bajo distintos signos de poder.
Por ejemplo, el Estado de la reforma liberal de 1876 es dotado de un sentido liberal
en el orden político, ideológico, económico y social. Este nuevo Estado nacional se
basa en dos signicantes otantes fundamentales: “progreso” y “civilización”. Estos
dos signicantes van a ser dotados de un “sentido” compartido por las elites políticas
y terratenientes, pero no así por el resto de los actores sociales, ya que el proyecto
del Estado nación establece su carácter excluyente en la Constitución de 1880. La
legislación reformista, concibió la condición del Estado como un derecho reservado
a una elite económica, política y social (Barahona: 2017, p. 27).
Dentro del concepto de hegemonía, Antonio Gramsci advertirá que para que
se produzca un sistema hegemónico debe haber “consenso” entre la clase dominante
y la clase subalterna, este consenso es posible a través del papel fundamental que
jugará la clase intelectual a la que Gramsci le da mucha importancia como elemento
articulador del discurso (Creham, 2004; p. 51). Así por ejemplo, los intelectuales
liberales basaban la lógica del Estado Liberal sobre motivaciones económicas y
la asignación de un papel residual del Estado en aspectos de seguridad y políticas
sociales. Con el declive del Estado Liberal Oligárquico se agota la expresión de
“orden” y se inicia una expresión de “cambio” asumido por el Estado Desarrollista en
manos de los militares. Se impone la lógica de un Estado legislador e interventor en
áreas que hasta el momento habían sido monopolizadas por la iniciativa privada. Por
otra parte, se evidencia la emergencia de un escenario antagónico entre el poder civil
y el poder militar. Dicho escenario antagónico va a cristalizar sobre una vorágine de
conictos políticos entre las fuerzas populares a favor del reformismo y los sectores
conservadores contra-reformistas.
Otro periodo signicativo de la construcción del Estado de Honduras se inicia
con el nacimiento del poder dual entre el poder militar y el poder civil, que dio como
resultado el desarrollo del “Estado Tutelado” por las Fuerzas Armadas. Esta alianza
política-militar fue aprovechada por Estados Unidos para establecer la Doctrina de
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Seguridad Nacional que afectó la política interna de Honduras. Honduras pasó a
ser el campo de base de las estrategias militares de Estados Unidos en la región
centroamericana.
A mediados de 1980, la crisis regional centroamericana seguía marcada por la
hegemonía del poder militar sobre el poder civil y el predominio de la impunidad sobre
la justicia, la crisis social en Honduras seguía cristalizando sobre nuevos clivages,
pues los nuevos movimientos sociales, veían cada vez más necesario iniciar un
proceso democratizador para denir las funciones del Estado ante los nuevos actores
internacionales de la globalización y la emergente sociedad civil. Pero este proceso
democratizador así como la redirección del papel del Estado iba a estar marcada por
los principios de la etapa del neoliberalismo materializados en el Programa de ajuste
estructural de la economía, y su expresión política, el Programa de modernización
del Estado. Ambos dirigidos a determinar las funciones del Estado, el mercado y la
sociedad civil. La lógica del libre mercado se impone como un cambio de paradigma
al intervencionismo estatal que se había venido dando durante el periodo del Estado
Desarrollista. El programa de ajustes al que se adhiere el gobierno de Honduras
tiene sus efectos sobre el tejido económico y social, perjudicando a las capas medias
y pobres del país. La reforma económica iniciada en 1990 concentró la riqueza
en un reducido grupo de la elite capitalista nacional y transnacional, así como la
concentración de la pobreza y la escasez en la mayor parte de la población.
Dentro del proceso de estraticación social se van sedimentado las
desigualdades en favor de una reducida elite y en perjuicio de una amplia parte de la
población. ¿Cómo llegan las elites a obtener el poder y a mantenerlo en el tiempo?,
esta interrogante nos lleva a comprender los entresijos del proceso de legitimación
de las desigualdades. Para ello habrá que partir de dos consideraciones previas que
realizan Laclau y Kerbo. Ernesto Laclau, en su tesis sobre el “carácter contingente
de toda objetividad” arma que la constitución de una identidad social es un acto de
poder y que la identidad como tal es poder (Laclau, 2000, p. 48) Por otra parte, para
Harold Kerbo, se trata de convencer a aquellos que no pertenecen a la elite, es decir,
la clase de estatus bajo, de que la desigualdad es moralmente buena, y que los más
privilegiados tienen justicación para dar órdenes y recibir una mayor proporción de
los bienes y servicios valorados, o por lo menos de hacer dudar de las alternativas.
(Kerbo, 2003, p.196).
Sobre estas armaciones, podemos determinar cómo las Elites de Poder,
de manera subrepticia, impelen a los actores subalternos a asumir una identidad
precaria constituida sobre un vacío de poder ciudadano. Esta asunción subalterna de
los actores sociales solo es posible a través de un proceso de asimilación, para lo cual
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los diversos medios de legitimación tienden a solaparse y a reforzarse mutuamente.
Tanto el sistema judicial, como el sistema educativo y los medios de comunicación
transmiten información que proporcionan apoyo a un conjunto determinado de grupos
privilegiados, sus políticas y sistema económico. De esta manera, por ejemplo, a
través de la propaganda se convence a otros de que un determinado punto de vista
es el correcto. Se podría argüir, que una de las principales manifestaciones de las
Elites Dominantes es antagonizar a las víctimas de la violencia estructural y hacerlas
parecer como agresoras. Esta práctica perversa, desvela una violencia cultural que
contribuye a legitimar la violencia estructural. Así mismo, dentro del proceso de
legitimación se encuentra la ideología como concepción del mundo difundida entre
los estratos sociales.
La violencia estructural y una alternativa contra-hegemónica tras el 28-J
El fenómeno de la violencia directa en Honduras, entraña en su esencia
un carácter represivo que limita o suprime la libertad del individuo. Esta se puede
expresar a través de detenciones forzadas, persecución, encarcelamiento, expulsión,
violación del derecho a la vida. Pero, ¿qué explica la emergencia de la violencia
directa?, para ello habrá que referirnos a la violencia estructural como uno de los
tipos de violencia menos visible. Si entendemos la violencia estructural en términos
de exclusión, pobreza y desigualdad, se podría deducir que esta equivale a la injusticia
social. Los sistemas de adoctrinamiento y alienación del sujeto social, harán posible
la exclusión y la desigualdad sin apenas una oposición real por parte del sujeto.
Dentro del plano de lo político, la violencia estructural es analizada a partir
de la conformación de la noción de poder, donde el grupo privilegiado que detenta el
poder, lo hace a través de la privación de los derechos y libertades de buena parte de
la ciudadanía. La pobreza y la desigualdad no son gestadas únicamente a partir de la
lógica de un injusto sistema económico, sino también dentro del campo lo político.
El 28-J
Honduras se ha llegado a posicionar como uno de los principales países del
mundo con un alto nivel de violencia, enfrentándose al fenómeno de las maras y
pandillas, donde miles de jóvenes se ven empujados a formar parte de dichas bandas
delincuenciales aumentando así la tasa de homicidios. Algunas de las explicaciones
que permite entender el característico fenómeno de la violencia en Honduras, son la
alta brecha de desigualdad social, la privación de los derechos sociales y políticos,
la falta de oportunidades, el incremento de la economía sumergida y la exclusión de
buena parte de la ciudadanía del sistema de reparto.
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Los factores endógenos anteriores, aumentaron sus efectos negativos con la
desaceleración económica mundial iniciada en 2008, sumándose como agravante las
recetas económicas dictadas por el FMI a los países en crisis para que controlaran el
décit scal mediante la restricción del gasto público. Pero estas recetas económicas
contravenían la política scal expansiva que el presidente Zelaya había iniciado con su
díscolo giro progresista, crispando los ánimos de la derecha hondureña y levantando
el recelo de los Estados Unidos. La historia política y social de Honduras no se puede
entender sin tener en cuenta el intervencionismo económico y político de los Estados
Unidos en el país, un intervencionismo basado en una relación de poder en términos de
dominador – dominado. Tras la propuesta continuista del Presidente Manuel Zelaya
de realizar una consulta popular para establecer el proceso de reelección presidencial,
el 28 de junio de 2009 el presidente Manuel Zelaya es defenestrado de su cargo de
presidente de la Republica por efectivos de las Fuerzas Armadas y es expulsado del
país.
A partir de la concepción de la identidad popular, Laclau dirá que “podemos
concebir al populismo como una de las formas de constituir la propia unidad del
grupo” (Laclau, p. 97). Desde un punto de vista ontológico, esto equivale a decir que
la representación política debe ser entendida como la articulación de las demandas
sociales en torno a un agente universal que las represente y las asuma como propias.
El giro progresista del presidente Manuel Zelaya ligado a la corriente populista de los
países del ALBA, se puede explicar al tener en cuenta que los momentos populistas
emergen a partir de la impugnación de la lógica del orden social y político en crisis.
El presidente Zelaya ostentó el campo de la representación gubernamental
de manera esencialista y particularista, con unos consensos sociales aún débiles para
iniciar un proyecto contra-hegemónico. Es a partir del Golpe de Estado de 2009 que
se van a producir nuevas expresiones de acción política destinadas a construir una
identidad popular. Por ejemplo, en el contexto del pos Golpe de Estado, el agente
privilegiado aglutinador fue el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP),
convertido en un punto nodal transicional de una amalgama de movimientos sociales y
ciudadanía descontenta. Antonio Gramsci dirá que el agente articulante de los valores,
necesidades y sentido común son los partidos políticos junto con los intelectuales.
Así pues, tras la experiencia del FNRP nace el Partido LIBRE en junio de 2011, y
el Partido PAC (2012) como partidos articulantes de las demandas y descontento
ciudadano.
El partido LIBRE se alimenta del signicante vacio de “pueblo” para
transfórmalo en un punto nodal, dotándolo de sentido a través de una producción
intelectual e ideológica, lo que marcará el inicio de un proyecto político
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contrahegemónico. Pero dicho proyecto liderado por los nuevos partidos emergentes
no posibilitará el cambio en las elecciones de noviembre de 2013, lo que llevará a
un continuado desencanto político expresado con el surgimiento del Movimiento de
Indignados en mayo de 2015.
El Movimiento de Indignados marcará un distanciamiento de identicación
con los partidos políticos, convirtiendo el hartazgo e indignación social en una
movilización del poder ciudadano. Este desbordamiento del poder ciudadano va a
tener como resultado la instauración de la MACCIH, en torno a la cual se encadenan
demandas como la lucha contra la corrupción e impunidad, el derecho a la protesta, el
combate a la criminalidad, el respeto al Estado de derecho, en denitiva, la protección
a los derechos fundamentales del ciudadano. ¿Pero qué actores sociales asumieron
esta iniciativa?, Tras el escándalo del desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad
Social (IHSS), uno de los mayores actos de corrupción cometido por políticos y
empresarios, indignó a la ciudadanía.
De esta manera, se movilizaron los movimientos universitarios,
feministas, LGTBI, el Movimiento de grupos indígenas y afrodescendientes de
Honduras, Movimiento campesino, obreros y clase media. Todas las demandas
de este conglomerado de movimientos van a cristalizar sobre un nuevo proyecto
contrahegemónico progresista y de carácter popular, dirigido por el Partido LIBRE,
PINU y líderes políticos outsiders que abogaban por expulsar de las instituciones a
un régimen gubernamental deslegitimado. Este nuevo proyecto contra-hegemónico,
enmarcado en las elecciones presidenciales de 2017, será encarnado por la Alianza de
Oposición contra la Dictadura, y hará uso del punto nodal de ”Pueblo” para llenarlo
de signicado a través de la jación del sentido de los signicantes otantes de
“justicia social” (cambio) y “lucha contra la corrupción” (progreso). Otro signicante
otante utilizado por la oposición, fue el de “golpistas”. Este signicante otante
convertido en punto nodal, permitirá el ensanchamiento del marco político que
aglutinará problemas más concretos como “corrupción”, “Impunidad”, “pobreza”,
“autoritarismo” y “dictadura” en los procesos electorales de 2013 y 2017.
La resignicación de estos signicantes otantes, en el contexto de los
procesos pre y post electorales, van a permitir la construcción discursiva del exterior
negativo antagónico compuesto por varios actores hegemónicos que conforman las
Elites de Poder, a saber: empresarios, políticos del bipartidismo clásico y militares.
Todos estos actores hegemónicos van a ser simbolizados bajo la gura de Juan
Orlando Hernández, “JOH”, quien encarnará el universal negativo, consolidando su
poder con el establecimiento del proceso de reelección presidencial en 2015, que
paradójicamente, fue el motivo por el cual el expresidente Zelaya fue expulsado de la
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presidencia por las Elites de Poder en junio de 2009.
La crisis de representación que se produjo a partir del Golpe de Estado,
allanó el terreno para que la ciudadanía hondureña señalara a los responsables que
perpetraron el golpe militar, y asumieran el compromiso de seguir con las acciones
políticas revulsivas que pugnan por el establecimiento de un modelo de Estado
más benigno. En este sentido, se podría decir que el establecimiento de un “orden
social” es la conquista misma del espacio de la sociedad civil por una de las fuerzas
antagónicas, que a través de un “sentido” unitario de bienestar general es conectada
con la superestructura del Estado, y este proceso debe ser entendido como la mayor
expresión de las prácticas articulatorias que conlleva todo proyecto hegemónico.
CONCLUSIONES.
Dentro de la Teoría del Estado de Derecho es signicativo destacar el aspecto
de la “legitimidad”. En el caso de Honduras, la “crisis de representación política”
imposibilita la identicación de la ciudadanía con el Estado. La importancia de
combatir la corrupción en Honduras supone reducir los niveles de inuencia que
ejercen el poder económico y el poder político sobre la administración pública y
el poder judicial, así como desmantelar el sistema de impunidad que se fortalece
a partir de la fragilidad de las instituciones públicas, la laxitud y desactualización
del marco jurídico con limitadas capacidades y recursos, un sistemas electoral y
de partidos políticos sin el rigor democrático, el acceso deciente a la información
pública y la escasa participación ciudadana en la toma de decisiones. Todos estos
factores permiten que la ciudadanía en lugar de vivir bajo la protección de un Estado
de derecho, viva bajo la indefensión y la violación sistemática de sus derechos.
La legitimidad es uno de los elementos sanadores de la desafección política,
y esta solo es posible a través de la apertura de espacios públicos, la exposición de
los políticos al escrutinio público, procesos electorales transparentes y la importancia
del papel que desempeñen los medios de comunicación como corriente difusora de
la información. El Estado de derecho posibilita la democratización de un país, pero
también el arraigo de una cultura democrática permite la emergencia de un Estado de
derecho democrático.
Podemos concluir que la “violencia estructural” es producto de la crisis de
representación política y del décit de participación ciudadana, es decir, hay una
crisis de la democracia en Honduras fundada en el descredito y la falta de legitimidad
de la clase política y de los poderes del Estado, producido en buena medida por la
corrupción y un arraigado sistema de impunidad. En otro sentido, la crisis democrática
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se debe explicar en términos de relación de poder, donde históricamente las Elites de
Poder han mantenido su estatus quo fundamentado en la exclusión de los derechos
sociales y libertades políticas de la inmensa mayoría de la ciudadanía hondureña.
No hay que olvidar que la identidad del sujeto social se establece sobre la
capacidad o factibilidad que tiene este para desarrollar su autonomía, es decir, el poder
que tiene para decidir sobre el desarrollo y la realización de su identidad. Por lo tanto,
la corrupción y la impunidad son los vectores que conectan la crisis de representación
con la pobreza, la exclusión y la privación bajo el discurso de la violencia estructural.
Esta situación explica cómo el Estado está cooptado por las Elites de Poder, y
de cómo se ha trasformado en símbolo de imposibilidad para la construcción de una
sociedad civil scalizadora.
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Perspectivas del Desarrollo Perspectivas del Desarrollo
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Año 5/No 1/ Marzo, 2019
ISSN: 2414-8903 Línea
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