Perspectivas del Desarrollo Perspectivas del Desarrollo
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Año 6/No 1/ Octubre, 2021
ISSN: 2414-8903 Línea
ESTADO, SOBERANÍA Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA EN LA SOCIEDAD ACTUAL
través de la cual la ciudadanía puede ampliar su competencia cívica y tener más
capacidad para intervenir en las decisiones públicas; 2) una función integradora,
mediante la cual las personas que participan se sienten parte de su comunidad y, por
tanto, más responsables de las decisiones públicas, y 3) una función de legitimación
que posibilita el beneplácito de la ciudadanía hacia las decisiones públicas. La
segunda función, según la autora británica, favorece el refuerzo del sentimiento de
pertenencia de la ciudadanía a su sociedad, siendo “la experiencia de participación en
la toma de decisiones misma, y la compleja totalidad de resultados a los que conduce,
tanto para el individuo como para todo el sistema político” lo que vincula al individuo
a la sociedad e impulsa el desarrollo de una “verdadera comunidad” (Pateman, 1970,
p. 27). Por otro lado, la tercera función considera la aprobación de las decisiones
que se originan a través de un proceso participativo. Rousseau ya advirtió que las
disposiciones que se toman colectivamente se comprenden y toleran más fácilmente
por las personas. Sin embargo, a pesar del alcance de estas dos últimas funciones, la
más importante es la primera: la función educativa, puesto que los individuos que
se implican en procesos participativos aprenden a tener en cuenta las opiniones y
los intereses de los demás. A través de la participación se espera que los individuos
adquieran la cualicación necesaria para que el sistema político funcione. Por tanto,
mediante la “participación en la visión y el trabajo común”, los miembros de una
comunidad democrática “fuerte” se transforman en ciudadanos (Barber, 1984, p.
232), y esto lleva a Benjamin R. Barber (1984) a insistir en que la participación
hace que aumente la capacidad decisoria de las personas participantes, de forma
que “la política deviene su propia universidad, la ciudadanía su propio campo de
entrenamiento y la participación su propio tutor” (p. 152).
Para algunas personas, la democracia deliberativa puede parecer cargada de
ingenuidad y utopía, en un mundo en el que imperan los poderosos, los intereses
particulares, las tretas, los engaños, la demagogia y la manipulación (Gutmann y
Thompson, 2004). Pero, para otras, las mujeres y hombres normales son capaces
de participar y llegar a acreditar su capacidad para la deliberación, principalmente
cuando los procesos participativos se organizan bien y ponen a disposición de las
personas participantes información precisa, suciente e imparcial, así como, si fuera
necesaria, la asistencia de especialistas y facilitadores. La investigación empírica
corrobora, aunque no sin críticas, las aseveraciones esenciales de la teoría democrática
deliberativa (Bächtiger, Dryzek, Mansbridge y Warren, 2018), admitiendo que la
misma puede ser valiosa, tanto para el diagnóstico de los males de la democracia,
como para la elaboración de respuestas adecuadas a la crisis de representación.