De este modo, mejorar la convivencia de respeto por el entorno y el alcance de objetivos organizacionales; incluso en políticas
de Estado en el cual se destaca la naturaleza de los ciclos técnicos (Tecnosfera) y biológicos (Biosfera) complementados en su
accionar como modelo, ilustrando de forma clara y asequible a la comunidad de interés el proceso (véase Figura 1). Al respecto
la Fundación Ellen MacArthur (2017) manifiesta lo siguiente:
El modelo hace una distinción entre ciclos técnicos y biológicos. El consumo ocurre solamente en los ciclos biológicos,
donde alimentos y otros materiales de base biológica (por ejemplo, algodón y madera) son diseñados para regresar al
sistema mediante procesos de compostaje y digestión anaerobia. Los ciclos regeneran sistemas vivos, como el suelo, que
ofrecen recursos renovables para la economía. Ciclos técnicos recuperan y restauran productos componentes y materiales
mediante estrategias de reutilización, reparación, remanufactura o (en última instancia) reciclaje. (párr. 4-5)
Figura 1. Ciclo biológico y técnico
Fuente: tomado de Estévez (2021, párr.3)
Ahora bien, “la economía Circular se basa en tres principios; eliminar residuos y contaminación desde el diseño; mantener
productos y materiales en uso y regenerar sistemas naturales” (Ellen MacArthur, 2017, párr. 2), en busca de eliminar
paulatinamente arraigadas costumbres de generar basuras, desechos o desperdicios que, en última instancia, son palabras
llamadas a ser borradas de nuestro vocabulario (Estévez, 2021). Por tanto, al disminuir los residuos dándoles otra utilidad, se
minimiza la contaminación, aportando al cuidado de nuestro planeta. El pensamiento y actuar de los stakeholders, en general,
se ha volcado en obtener beneficio de las organizaciones en escenarios diferentes a la rentabilidad y el beneficio concreto
acorde a su naturaleza, el cuidado del medioambiente y el impacto positivo a las comunidades mediante políticas en valor
compartido al crear beneficio tanto a la sociedad como la organización (Porter & Kramer, 2011). Se trata de acciones exigidas
cada más por autoridades gubernamentales, regionales y locales e incluso por asociaciones de consumidores y organizaciones
no gubernamentales (ONG), asumiendo el rol de seguimiento y control de actividades empresariales en procura de asegurar
prácticas ambientalmente positivas y beneficio a la sociedad. Desde este marco, las organizaciones en busca de ser sostenibles
y presentar crecimiento adoptan políticas de variada índole para garantizar su permanencia mediante el diseño y ejecución de
estrategias para generar ventaja competitiva creando enlaces en prácticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) acorde
expresan Porter & Kramer (2006). Ofertar a los grupos de interés diferenciadores mediante políticas de valor compartido y / o
RSC presenta para la organización alternativas para asumir posiciones defendibles en la industria (Porter, 1985). En su
interpretación a escritos de Porter, Magretta (2014) expresa que la ventaja competitiva “[…] indica aquello en lo que pensamos
ser buenos, […]”. (p.210)
La permanencia en la industria por parte de una organización requiere anticipación y adaptabilidad a la evolución del entorno,
así es como el cambio organizacional juega un papel relevante en el logro de objetivos empresariales (Robbins & Judge, 2009).
Los autores reflexionan sobre la adopción de prácticas de las 3R’s como un elemento clave para obtener ventaja competitiva
atendiendo las demandas de los diferentes grupos de interés y la generación de una alternativa de sostenibilidad y crecimiento
empresarial.