La globalización y la nueva realidad han traído consigo oportunidades a las organizaciones por la apertura de nuevos mercados,
incidiendo en ellas un franco proceso de transformación, pero trayendo también competidores mucho más fuertes y eficientes
en sus procesos productivos. Adaptabilidad que las organizaciones deben cumplir, con énfasis en el período de pandemia cuyo
resultado devino en la paralización de operaciones debido a la crisis sanitaria, creando un nuevo escenario empresarial global.
La optimización de costos ha entrado en un nuevo plano, pues el nivel de competitividad debe incrementarse sin sacrificar ni
la calidad, ni los precios de los productos. En la actualidad, la determinación e identificación de todas las fases funcionales,
administrativas y operativas de la organización resulta sustancial, por ejemplo, en el requerimiento de materiales, logística,
bodegaje, distribución, comercialización, entre otras.
Las organizaciones en la pospandemia se han visto forzadas (por necesidad y supervivencia) a implementar en su operatividad
plataformas tecnológicas para fabricar sus productos o desarrollar sus servicios, han tenido que reforzar su arquitectura
tecnológica, apareciendo con ello nuevos riesgos, nuevos desafíos; en general, han tenido que definir un nuevo horizonte de
acción. “El control interno permite que una organización gestione con mayor eficacia los cambios que se produzcan dentro del
entorno económico y competitivo, la dirección de la organización, así como sus prioridades y modelos de negocios cambiantes”
(COSO, 2013, p. 1).
Así pues, las organizaciones deben definir los retos más importantes a los que se enfrentan; esto implica la identificación de
nuevos y potenciales riesgos, de procesos críticos que no pudieron haber sido identificados con anterioridad a la pandemia, es
decir, aquellos sin los cuales las organizaciones no podrían desarrollar sus actividades operativas de manera cotidiana, pero
que siempre estuvieron allí. Por ejemplo, en el sector financiero tenemos normativa internacional que versa sobre el tratamiento
del riesgo operacional que coadyuva a la continuidad del negocio sin afectaciones endógenas o exógenas.
Asimismo, las organizaciones deben tener totalmente claro, y esto al margen de su magnitud o tamaño, con especial referencia
de amplitud desde multinacionales hasta microempresas, la incidencia de la tecnología en los procesos productivos y la
necesidad de control permanente. Por lo tanto, existe una simbiosis entre el control y la tecnología. La Inteligencia de Negocios
(BI por sus siglas en inglés) permite a las organizaciones tener mejores y más claros elementos para la toma de decisiones.
“Los complejos desafíos mundiales en las organizaciones reclaman la participación de numerosos actores que aporten nuevas
perspectivas y enfoques, donde se establezcan niveles para poder alcanzar el desarrollo humano sustentable” (Pertúz, 2018, p.
378).
El análisis de las nuevas denominaciones de los elementos tradicionales del costo, el control financiero y operativo, se torna
importante no solamente desde el punto de vista teórico sino totalmente pragmático y actual, obviamente, incluyendo el
componente tecnológico. Se debe entender cómo la operatividad ha evolucionado; el cambio drástico en el entorno empresarial
donde las organizaciones se desempeñan, donde desarrollan sus actividades, siendo cada vez mucho más complejo el nivel de
operatividad y los mercados a los que deben llegar sus productos. El nivel de exigencia de los consumidores es más alto todo
el tiempo y dentro de ello el precio y calidad constituyen factores decisorios en la actualidad.
Consideraciones finales
Existía una realidad anterior, donde las organizaciones venían desarrollando sus actividades, durante y pospandemia, las
empresas se han visto forzadas a acondicionar sus operaciones, reenfocar a sus trabajadores a este nuevo escenario. Por otro
lado, el escenario actual resulta totalmente diferente para organizaciones recientes, creadas en esta nueva realidad donde sus
procesos ya no son resultado de una modificación o adecuación, sino más bien totalmente adaptados a nuevos paradigmas,
normas, regulaciones, apuntando al ambiente tecnológico o incluso ya estando inmersas sus operaciones productivas en dicho
entorno digital.
Debe existir efectividad en la gestión de costos; administrar, controlar de manera totalmente diferente, repensar los modelos
tradicionales. La capacidad de las organizaciones debe ser lo suficientemente flexible para superar la crisis. De manera global
en las organizaciones el reto del manejo adecuado de liquidez debe ser abordado técnicamente, tomando en consideración el
incremento de sus cuentas pendientes de cobro y de las obligaciones tributarias, que debido a la pandemia se han incrementado,
restando liquidez a las empresas. Es decir, el descalce financiero debe ser tomado en consideración para la adecuada adquisición
de materiales y que exista una correcta planificación de la producción (aprovisionamiento, control de existencias, demanda
estacional, etc.).