LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LA INDUSTRIA TEXTIL: UN
ANÁLISIS DE INNOVACIÓN SOCIAL
THE PARTICIPATION OF WOMEN IN THE TEXTILE INDUSTRY:
AN ANALYSIS OF SOCIAL INNOVATION
Resumen
La reestructuración en la industria textil en México, desde
los obrajes en la época prehispánica hasta las MIPYMES
del siglo XXI, ha implicado la participación de la mujer,
debido a sus innovadoras ideas y prácticas para solucionar
las problemáticas económicas y del cuidado del hogar. Los
obrajes, los microtalleres, las grandes fábricas y las
MIPYMES han sido formas de organización que el sexo
femenino ha utilizado para que la necesidad del cuidado de
los hijos, hijas y del hogar se complementen con la
necesidad económica. Sin embargo, las extenuantes
jornadas laborales, y los bajos salarios son factores que
también han contribuido, a lo largo de la historia, a que esta
industria se transforme. Por tanto, el método histórico-
lógico utilizado en esta investigación permite visualizar los
antecedentes y el desarrollo del proceso de gestión de la
organización del sector textil a través de indagar en
diversos datos y textos nacionales e internacionales para
lograr rescatar el papel, y la percepción salarial femenina a
lo largo de la historia textil de México. Por lo que, las
mujeres han sido capaces de enfrentar el problema
económico y de cuidados del hogar a través de la
innovación social, pues han sido un factor innovador clave.
Ello, porque a través de la externalización de sus
necesidades lograron tejer redes que llevaron a la creación
de establecimientos que ellas mismas han liderado,
trabajado y contribuido laboralmente, obteniendo esa
independencia económica que tanto anhelaban sin
descuidar a sus hijos, hijas y el hogar.
Palabras clave: salarios, innovación social, mujeres,
industria textil.
Abstract
The restructuring of the textile industry in Mexico, from
the Obrajes in the pre-Hispanic times to the MSMEs of the
21st century, has involved the participation of women, due
to their innovative ideas and practices to solve the problem
of the housework and the economy. The Obrajes, the
micro-workshops, the large factories and the MSMEs have
been forms of organization that women have used so that
the need for the care of their sons, daughters and housework
was complemented with economic need. However, the
strenuous working hours and low salaries are factors that
have also contributed throughout history to the
transformation of this industry. Therefore, the historical-
logical method used in this research allows us to visualize
the background and development of the management
process of the organization of the textile sector, through the
search in different data, national and international books to
rescue the role, and the perception of women salary
throughout the textile history of Mexico. Therefore,
women have been able to handle the economic problem and
housework through social innovation, since they have been
a key factor of innovation, because through the
externalization of their needs they managed to weave
networks that led to the creation of establishments that they
themselves have led, worked and contributed to work,
obtaining that economic independence which they have
longed for without neglecting their sons, daughters and
home.
Keywords: salaries, social innovation, women, textile
industry.
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Gómez Pérez, Ana Laura*
*Instituto Politécnico Nacional, Escuela Superior de Economía, México
Email: agomezp1600@alumno.ipn.mx , ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6968-6707
DOI: https://doi.org/10.5377/aes.v3i2.15489
Recibido 09/08/22 Aceptado 31/10/22
__________________________________________________________________________________________________________________________
Autor por correspondencia: agomezp1600@alumno.ipn.mx (Gómez Pérez, Ana Laura)
Forma sugerida de citación: Gómez, L. (2022). La participación de la mujer en la industria textil mexicana: un factor de innovación
social. Apuntes de Economía y Sociedad, UNAN - León, Vol N.° 3 (2) (julio-diciembre 2022). pp. 39-53. DOI:
https://doi.org/10.5377/aes.v3i2.15489
Copyright © Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León (UNAN-León)
Conflicto de intereses: La autora ha declarado que no existe ningún conflicto de interés.
Apuntes de Economía y Sociedad N.° 3 (2) julio diciembre 2022 / 39-53/ ISSN: 2709 - 7005
I- Introducción
Este breve artículo aborda la participación de la mujer a través del contexto histórico-social y económico de la industria textil
en xico; la precariedad salarial acompañada del uso de tiempo destinado a las actividades domésticas asignadas
culturalmente al sexo femenino, y el cuidado de los hijos, hijas y del hogar, desde la época prehispánica, que han constituido
una problemática ancestral. Dificultad que, en la actualidad, la innovación social ha solucionado a través del sumergimiento
en el desarrollo de establecimientos capaces de flexibilizarse ante las necesidades prioritarias que expresaron las mujeres.
Ahora bien, desde los obrajes, los microtalleres textiles, la creación de la propia industria y la formación de las micro, pequeñas
y medianas empresas (MIPYMES), la mujer ha estado inmiscuida en la reestructuración de la industria textil, pues los obrajes,
establecimientos antecesores de los microtalleres textiles, solían trabajar con mano de obra de mujeres presidiarias, esclavas
o esposas e hijas de los hombres que pagaban penitencia, sin percibir salario alguno, pero con la ventaja de cuidar a los hijos
e hijas, lo cual les reconfortaba.
Posteriormente, en el siglo XVIII la abolición de la esclavitud en los obrajes trajo libertad para que las mujeres pudiesen
laborar desde casa, y percibiendo un ingreso económico a través de la creación de microtalleres textiles conformados con base
familiar, contribuyendo a conjuntar la parte de la necesidad económica con el cuidado del hogar, hijos e hijas.
Durante el siglo XIX, en el contexto de la industrialización se cimentaron grandes fábricas textiles con una gran cantidad de
mujeres, laborando jornadas de hasta 14 horas con un salario de entre veinte centavos y un peso por día (Ramos Escobar,
2020); jornadas extenuantes con bajos salarios que obedecieron, principalmente, a la escasa alfabetización, lo que como
consecuencia arrastró a disminuir el tiempo destinado al cuidado de los hijos, hijas y del hogar.
La necesidad de cuidado y de percibir un salario fueron situaciones que dirigieron a las mujeres a comenzar la creación de
empresas familiares lideradas (Díaz Cortés y Gutiérrez Juárez, 2014) por ellas mismas; ello derivó en que, en el siglo XX, las
denominadas MIPYMES fueron instaladas en viviendas con la finalidad de no descuidar a sus hijos, hijas y el hogar, e
incrementar el ingreso familiar, a través de la producción llevada a cabo dentro de estas mediante varias fases productivas
(Carbajal, 2015; Barrios, 2013).
Por ende, las demandas de necesidades económicas y de cuidado, y el dinamismo y flexibilidad de la industria textil mexicana
convergieron en una solución innovadora, que impactó en el comportamiento de los individuos sobre el problema social que
las mujeres estaban viviendo (Ariza-Montes, Hernández-Ascanio, y Tirado-Valencia, 2016); situación que, los microtalleres
y las MIPYMES, de cierta manera, contrarrestaron con su flexibilidad en el horario y en el cuidado de los hijos, hijas y del
hogar; mientras que las grandes fábricas seguían siendo proveedoras de extenuantes jornadas laborales, bajos salarios y de
decrecimiento de tiempo dirigido al cuidado de los hijos, hijas y hogar. Postura que coadyuvó a que los microtalleres y las
MIPYMES se encaminaran al desarrollo social, porque la solución fue proveniente de la base de la sociedad, es decir, una
respuesta con una solución un tanto diferente, más eficaz, eficiente y sostenible a las soluciones existentes (Parada, Ganga y
Rivera, 2017).
Por tanto, cabe preguntarse: ¿Se ha reestructurado la industria textil con la participación de la mujer como factor de innovación
social? Con la hipótesis central de que la falta de tiempo destinado al cuidado de hijos, hijas y del hogar y la necesidad de
incrementar el ingreso económico familiar han sido factores determinantes para que la mujer haya reestructurado la industria
textil mediante una innovación social. Por ende, el objetivo es analizar la restructuración de la industria textil en México
mediante la participación de la mujer como factor de innovación en este contexto histórico.
Por consiguiente, se utiliza el método de análisis histórico-lógico porque durante el estudio y análisis de los antecedentes y
desarrollo del proceso se observa una gestión de la organización (Haber-Veja y Más Basnuevo, 2013). Además, este método
permite la realización de estudios de autores nacionales e internacionales sobre las diferentes formas de organización de la
industria textil, así como la visualización salarial femenina a lo largo de la historia textil de México (Novales, Delgado y
Rivera, 2018).
La investigación se sumerge desde el contexto cronológico de la industrial textil mexicana que discute, primeramente, la
conceptualización de la innovación social desde una óptica capitalista para entender desde sus raíces su significado e inclusión
en este sector. Esto, seguido de una cronología de la participación de la mujer a partir de sus necesidades económicas y de
cuidado, así como de sus actividades laborales textiles, culturalmente asignadas a ellas a través de los años. Posteriormente,
se zambulle en la metodología lógico-histórica, ejemplificada por medio de los obrajes establecidos en los alrededores de la
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Ciudad de xico, y que su reestructuración organizacional brinda como resultado una línea del tiempo de las diferentes
formas de organización.Así pues, se logra plasmar una tabla comparativa salarial femenina desde la conquista española (1519)
hasta el año 2022, de acuerdo al desarrollo de sus actividades laborales textiles.
II- Marco teórico
a. Conceptualizando a la innovación social en el entorno capitalista
El sector manufacturero ha representado la base del crecimiento económico del país; sin embargo, la industria textil envuelve
una de las actividades manufactureras mayormente castigada por conflictos sociales, políticos y comerciales. La problemática
de la necesidad de cuidado del hogar, hijos e hijas y, por supuesto, la necesidad de percibir un ingreso para el sexo femenino
han estado presentes desde la época prehispánica, pero tratar de enlazar estas necesidades con la actividad laboral han
contribuido a encontrar un ajuste mediante una innovación social surgida de abajo hacia arriba; ello, a partir de la participación
de la mujer y de su empoderamiento, debido a que se ha direccionado a ser vista como un sujeto, y no como objeto del
desarrollo (Godín, 2012).
Aun así, el actual entorno de la expansión de la empresa capitalista y la generalización del trabajo asalariado (Bastidas Delgado
y Richer, 2001), así como la globalización, que no se traduce más que en una internacionalización política o social, han
mantenido el poder político concreto y concentrado en solo una parte de la sociedad. Un poder económico abstracto,
inapreciable y que puede, a placer, imponer sus exigencias (De Gaulejac, 2009) brindando una oportunidad para que la
sociedad concientice su papel dentro de la economía, y que pueda llevar a cabo un cambio de ese patrón individualista del
capitalismo.
Por tanto, las nuevas formas de organización sociales surgen bajo la lupa de la economía capitalista que, lejos de ser una
economía que ataque problemas sociales, ha cambiado a medida en que la estructura económica y la organización social
ganaron complejidad y sofisticación (Unceta, 2008), Esto abrió paso a que la economía se transforme, y sea la economía
social la que reconozca todas aquellas dimensiones sociales existentes dentro de la economía, donde el tipo de organizaciones
basadas en la democracia y el empresariado colectivo (Bastidas Delgado y Richer. 2001) apuntan a apoyar el logro del
desarrollo de los países en vías de hacerlo (Parada, et al, 2017).
En México, la desigualdad económica y social imperan bajo la incertidumbre asociada del desempleo y la falta de
financiamientos, así como la globalización y el impacto de las nuevas tecnologías (Unceta, 2008) han adjudicado problemas
que están tratando de encontrar una solución innovadora proveniente de la base social. Así pues, se busca una respuesta que
provenga de una innovación social que, a pesar de ser un tema reciente, puede gestar nuevas soluciones para lograr
contrarrestar el aumento de las desigualdades económicas y sociales, los efectos adversos del cambio climático, de la
diversidad cultural y del surgimiento de nuevas enfermedades, entre otros (Parada, et al, 2017), de manera más equitativa y
redistributiva.
Joseph Schumpeter concibió a la innovación como una secuencia holística e integral; una secuencia donde los aspectos
económicos y sociales son más importantes (Calderón, 2008), y que lo científico-tecnológico podía venir después.
Posteriormente, el Manual de Oslo (1997) afirmó que la innovación no es un fin en mismo, sino un medio para el crecimiento
de la producción y la productividad para incrementar la competitividad de una empresa, a reducir los costes productivos, y a
estar presente en nuevos mercados. Productividad que involucra un proceso de innovación por estar relacionado con el cambio
organizacional en el sistema de producción, porque su dinámica es capaz de tener múltiples soluciones a las externalidades
del cuidado y económicas (López y Amaya, 2000).
Por tanto, el Manual de Oslo (2018) contextualizó que la innovación es un producto o proceso nuevo o mejorado (o una
combinación de ellos) que difiere significativamente de los productos o procesos anteriores de la unidad, y que ha sido puesto
a disposición de los usuarios potenciales (producto) o puesto en uso por la unidad (proceso) (OCDE, 2018), lo que lleva a la
innovación a ser un proceso, producto o cambio que se produce durante la creación, y donde la socialización se produce a
través del empresario como hilo conductor entre ciencia y mercado (Calderón, 2008).
Entonces, la innovación social puede definirse como aquel tipo de innovación que se caracteriza por desarrollar nuevas
maneras de administrar y ejecutar que involucra el uso de nuevas herramientas, medios y la combinación de factores,
encaminados a alcanzar una mejoría de las condiciones sociales y de vida en general de la población de la región (Parada, et
al, 2017). De este modo, se trata de una nueva práctica social que durante dicho proceso va adquiriendo las habilidades
necesarias cognitivas, racionales y de organización (Ariza-Montes et al, 2016) para solución de un conflicto o problemática.
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Por ende, este artículo considera a la innovación social como una solución más eficaz, eficiente y sostenible a una problemática
que las soluciones existentes, cuyo valor creado se acumula en la sociedad en su conjunto, y no en las particularidades (Parada
et al, 2017), es decir, puede considerarse como una solución, nueva práctica o un cambio que genera una nueva respuesta a
los problemas proveniente de la sociedad; fuerza transformadora para todo el mundo que florece cuando se incluye el
empoderamiento de la población local como sujetos y no como objetos del desarrollo (Godín, 2012) y, que cuando la mujer
toma el papel de sujeto innovador involucrando las necesidades de cuidado y económicas obtiene un cambio (una
reestructuración), en consecuencia, una nueva forma de organización, de hacer las cosas, nuevas prácticas sociales que dan
lugar a mejoras sociales (Ariza-Montes et al, 2016).
b. El papel de la mujer en la industria textil mexicana
Tras la conquista española y la importación de seda en 1519, la sericicultura se convirtió en la actividad principal de los
obrajes en xico, establecimientos conformados por el sexo femenino, destinadas a trabajar de manera no remunerada, como
hilanderas y tejedoras, o bien para que trabajaran en las unidades domésticas de los talleres como esposa, madre o hija (García
Corzo, 2018); obrajes o centros textiles que producían tejidos de lana y algodón elaborados principalmente por mano de obra
de mujeres, niños y niñas (Murgueitio, 2015).
Los obrajes sederos contaban con pequeñas explotaciones españolas, siempre con presencia femenina, dedicados al hilado en
tornos rústicos, al teñido y tejido (García Corzo, 2018). Sin embargo, en el siglo XVIII, la fabricación de tejidos y telas en los
hogares se volvió más común de lo normal, porque mezcló las necesidades de cuidado con lo laboral, permitiendo la formación
de microtalleres, donde la mujer podía desenvolverse en el trabajo textil, sin descuidar a los hijos, hijas y el hogar e impulsar
el emprendimiento.
Además, las mujeres pobres hilaban algodón para venderlo a tejedores y fabricantes (Bazant, 1964) con poca ganancia, pero
esta actividad la llevaban a cabo porque no descuidaban a sus hijos e hijas ni el hogar, otra razón más que contribuyó a que el
microtaller textil fuese visto como una solución social innovadora, dado que el sexo femenino comenzó a participar de manera
más dinámica en un mayor número de actividades textiles, y no solo en el hilado, que únicamente tenían permitido realizar
las mujeres indígenas (Pérez, 2003). Por tanto, los microtalleres representaron una respuesta eficiente para la generación de
ingresos, y una solución eficaz para estar pendientes del cuidado del hogar y de los hijos e hijas, serie de problemas sociales
para los que el Estado de bienestar no estaba preparado para hacer frente, por lo que la sociedad tuvo que responder de una
forma auto-organizada (Ariza-Montes, et al, 2016).
No obstante, con la industrialización, en México, se inició el reemplazamiento de los microtalleres por grandes fábricas, por
lo que surge mayor presencia masculina para la operación de maquinaria y equipo. Sin embargo, los oficios femeninos como
el de tejedoras de lana, lino, algodón, las agujeteras y clavadoras de cintas, así como las hiladoras de seda (García Corzo,
2018) siguieron laborando en talleres domiciliados, contribuyendo al desarrollo continuo de actividades artesanales y
domésticas al mismo tiempo, es decir, que mientras las mujeres producían hilado y tejido (Pérez, 2003) seguían cuidando a
sus hijos e hijas, y realizando múltiples labores del hogar.
La industrialización no logró captar cada una de las actividades textiles productivas, debido a que algunas eran culturalmente
asignadas a las mujeres. Por ejemplo, Pérez (2003) menciona que en 1842, en la Ciudad de México se contabilizaron 1,366
mujeres formalmente activas, que desempeñaban actividades textiles como la costura, el devanado, empuntanado, tejido,
urdido, entre otras; actividades largas y extenuantes con jornadas laborales de hasta 14 horas diarias; algunas veces, solían
laborar de acuerdo a la disponibilidad de materia prima, pero que, aun así las realizaban. La industrialización incluyó gran
cantidad de mano de obra masculina, empero, no sustituyó a la femenina porque era económica, contenedora de gran
experiencia, habilidad y destreza, y puesta principalmente por mujeres viudas, esposos con hijos (Carbajal, 2015), mujeres y
madres solteras.
En las grandes fábricas, el salario oscilaba entre 20 centavos y un peso por jornada diaria (Ramos Escobar. 2020); la baja
alfabetización femenina representaba un pago económico inferior al del hombre, factor educativo que influyó también en las
excesivas jornadas de trabajo, condiciones insalubres en las fábricas (Ramos Escobar, 2020), y en las precariedades laborales
que las mujeres soportaban a cambio de contar con un ingreso que pudiese ayudar económicamente en su hogar.
Caso contrario, cuando el ingreso económico femenino era mayor, y representaba una buena oportunidad de mejorar la calidad
de vida, entraba en conflicto con el cuidado de los hijos (Medina-Vincent, 2014) o hijas y el hogar, siendo ellas mismas
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quienes tomaban la decisión de enviarlos al cuidado de nanas, antes que perder el ingreso fabril porque, en varias ocasiones,
representaba un sustento que era la base más fuerte para el mantenimiento de la familia (Medina-Vincent, 2014).
Por su parte, la globalización visibilizó la fragmentación de actividades, impulsando el empoderamiento femenino, pues la
necesidad social insatisfecha de gran parte de la sociedad, en este caso la necesidad del cuidado, dirigió a la ceración colectiva
de un proceso de formación de pequeños talleres textiles domiciliados, que beneficiaron económicamente el bolsillo femenino
por ser poseedora de experiencia en actividades textiles artesanales (Aguilar y Ortíz, 2011) e industriales, como el hilado o el
tejido y el manejo de maquinaria o equipo, porque la adquirió de acuerdo a su desempeño laboral en las grandes fábricas.
Oportunidad para seguir proveyendo cuidado y desempeñando su trabajo para obtener un ingreso económico.
A mediados del siglo XX, se intensificó el trabajo en las grandes fábricas textiles, y las precariedades laborales fueron terribles,
los salarios mínimos, y la mano de obra femenina sigu siendo barata, hábil, y más paciente que la masculina (Colmenares,
2006). Así pues, comienza la formación de redes entre productores y comerciantes a través de un tejido de relaciones sociales,
pero sin lograr crear grandes establecimientos industriales y/o comerciales (Díaz Cortés y Gutiérrez Juárez, 2014); redes que
establecieron conexiones entre talleres pequeños, liderados por mujeres con base familiar, que contribuyeron a que no se
siguieran propagando las malas condiciones fabriles, y a que se incrementase la participación femenina en la industria textil
mexicana (Asseff, 2021).
El trabajo productivo en estos talleres pequeños domésticos o domiciliados (Barrios, 2013) permitió obtener y aumentar
ingresos; abrió la oportunidad de trabajar desde casa sin descuidar a los hijos e hijas, y ayudó a que la estructura familiar se
mantuviese unida y fuerte (Medina-Vincent, 2014). Por el contrario, en las grandes fábricas los despidos masivos se
intensificaron al igual que el nivel de desempleo, principalmente, por las precariedades laborales, excesivo horario laboral, la
sobreexplotación, y los bajos salarios para las mujeres.
Por tanto, el empoderamiento de la mujer en el siglo XXI junto con la aparición de las pequeñas maquiladoras como expresión
de interpenetración de tareas industriales (Vallejo Román y Rodríguez Torrent, 2018) condujeron a la conformación de las
denominadas MIPYMES, realizando uno o varios de los procesos que requería la elaboración de una prenda textil (Vallejo et
al, 2018), es decir, la fragmentación de actividades en armonía con la necesidad de cuidado y económicas fue llevada a cabo
desde los hogares, otorgó a las mujeres tiempo y flexibilidad para el cuidado de los hijos, hijas y el hogar, además de mejoría
en la atención de las múltiples tareas hogareñas, y a una menor tensión en su relación de pareja (Vallejo et al, 2018).
Dinámica reestructuración que ha obedecido a la problemática socio-económica mediante una innovación social, debido a
que la respuesta novedosa surgió a través de la participación laboral de la mujer en los microtalleres, en los talleres pequeños,
y en las MIPYMES, con la finalidad de evitar el descuido de sus hijos, hijas y del hogar, y en conseguir un ingreso económico.
Innovación social que generó nuevas ideas en la organización social de la industria textil (Ariza-Montes et al, 2016), por ser
una solución femenina eficaz y eficiente que coadyuvó a mejorar la participación de la mujer en el ámbito laboral, conyugal,
familiar y económico, puesto que su trabajo de cuidado también es importante para poder mantener unida a la familia (Medina-
Vincent, 2014).
III- Metodología
Por medio del método histórico-lógico se contextualiza la participación de la mujer, se descubren las necesidades de cuidado
y económicas que ha sufragado a través del tiempo en la estructura industrial textil, y las descripciones históricas logran
ejemplificar la interactividad del sexo femenino. Todo esto se realizó a través de la exhaustiva revisión de literatura
especializada en bases de datos científicas que permitieron poder clasificar la información de la participación de la mujer en
la industria textil en México.
IV- Resultados
a. Análisis histórico
Desde la importación española de la sericicultura a territorio mexicano, hasta la conformación de las MIPYMES textiles, la
presencia femenina ha traído consigo estrategias innovadoras para el aprovechamiento de recursos humanos, y para el
involucramiento activo industrial textil consolidándose como parte del desarrollo productivo (Heller, 2010).
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Por tanto, los obrajes en el siglo XVI, centros textiles antecesores de las MIPYMES, fueron liderados por españoles, pero
trabajados con mano de obra de esclavos o presidarios o de sus esposas, hijos e hijas. Mujeres encargadas de la producción
como abastecedoras del hilo que tejían los hombres en los telares (Cobo del Arco, 2007), porque dicha actividad era
considerada por el sexo masculino como complementaria, razón primordial por la que la remuneración económica para la
mujer no oscilaba en las plantillas laborales.
Los obrajes, en el siglo XVI, solían instalarse en las periferias de las zonas urbanizadas, principalmente en el Estado de
México, y en la actual Ciudad de México (Tabla 1) porque los riachuelos o ríos eran aprovechados para el teñido de las fibras
de seda, lana y algodón (Ruíz, 2013); también estas zonas proveían una gran cantidad de mujeres dispuestas a trabajar, pues
la mínima alfabetización femenina de los alrededores proveía mano de obra económica, por lo que, era una actividad realizada
por un gran número de ellas (tales como el despepitado e hilado del algodón) (Bernecker, 2014).
Tabla 1.
Ubicación de obrajes en México en el siglo XVI
Lugar
Lugar actual
Obrajes
Ixtlahuaca
Estado de México
1
Hacienda de San Nicolás
Ciudad de México (Iztapalapa)
1
Hacienda de Tepetitlán
Estado de México
1
Tlacotepec
Puebla
2
Almoloya
Almoloya de Juárez
2
Temascaltepec
Toluca
2
Atlapulco
Estado de México (Ocoyoacac)
1
Villa de Toluca
Toluca
22
Coyoacán y Magdalena Contreras
(Anzaldo, Contreras)
Ciudad de México
2
Fuente: elaboración propia con información obtenida de Reynoso Medina (2011).
Establecimientos postrados dentro de haciendas en zonas limítrofes de la Ciudad de México, considerados un negocio familiar,
y fortalecidos a través de matrimonios entre miembros del mismo gremio empresarial, puesto que la mujer burguesa obedecía
al mandato conyugal impuesto. Caso contrario, más no diferente, al de las mujeres indígenas obrajeras, porque solían ser
esclavas, presidiarias, esposas o hijas de los esclavos que monopolizaban la producción de ciertas artesanías tradicionales,
tales como el hilado, tejido y costura (Ramos-Escandón, 2000); mujeres de distinta clase social, que no obtenían retribución
económica, ni por ser dueña del obraje, ni por ser trabajadora involuntaria.
Sin embargo, en los obrajes de trabajo voluntario, el salario destinado al sexo femenino era de dos pesos mensuales, inferior
al del hombre ($4.00) (Ramos-Escandón, 2000), diferencia salarial de cien por ciento en el siglo XVI, pero con la ventaja de
cuidar a sus hijos e hijas dentro de los obrajes, bajo su supervisión, aunque implicase, en ocasiones, trabajo infantil sin pago
alguno, pues la necesidad de supervisar su cuidado era primordial para ellas.
Por ejemplo, en el siglo XVII, el obraje Anzaldo contaba con 38 esclavos de ambos sexos, cuyas edades oscilaban entre los
12 y los 70 años, mitad hombres y mitad mujeres (Reynoso Medina, 2011). La actividad de la mujer era elaborar productos
textiles sin remuneración económica alguna, porque al no ser un obraje de trabajo voluntario significaba que eran empleadas
esclavas, presidiaras o esposas e hijas de los reclusos o esclavos, por lo que, los hijos e hijas se criaban dentro del mismo,
aunque fuesen destinarlos a trabajar, o a la explotación laboral infantil.
En el siglo XVIII, la abolición de la esclavitud en los obrajes derivó en la creación de microtalleres textiles, localizados
principalmente en México, Texcoco, Cholula, Puebla, Tlaxcala, Toluca, Valladolid y Querétaro (Alatriste Guzmán, 2007); su
producción principal eran telas para ser revendidas en los mercados aledaños, y los artículos textiles se elaboraban con algodón
y lana (Quiroz, s.f.); sin embargo, la parte más intensiva del trabajo de la producción textil, como el hilado de la lana, quedaba
a cargo de las mujeres de familias rurales más pobres (Tutino, 1985) porque la paga era mínima para la mano de obra de
mayor desgaste.
Ejemplo de ello, es un microtaller que se encontraba ubicado en la zona oriente de la Ciudad de México, en el siglo XIX, que
realizaba actividades como el devanado, hilado, tejido y teñido de la seda (García Corzo, 2012) por mujeres conocidas entre
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sí; contaba con 90 venes, supervisadas por una de 40 años (propietaria), y con 25 jovencitas que devanaban la seda para
venderla posteriormente en el mercado, es decir, que tenía alrededor de 120 mujeres (García Corzo, 2012), que eran empleadas
sin pareja, sin o con hijos, demasiado jóvenes para trabajar y que, a menudo, solían incorporar a sobrinos y sobrinas a su
intensiva producción familiar (Tutino, 1985).
Por lo que, el auge de los microtalleres promovió que aquellas mujeres que no contaban con quien dejar a sus hijos e hijas
buscaran trabajo en ellos, pues el principal atractivo era la ubicación, dado que se encontraban dentro de viviendas, haciéndolo
un espacio transitado cotidianamente por niños y niñas (Magliano, Perissinotti y Zenklusen, 2017). Ello así, puesto que la
familia que poseyera el taller permitía que algunas costureras, madres con hijos e hijas trabajasen ahí llevándolos, mientras
ellas laboraban (Magliano et al, 2017), sin obstaculizar el ingreso económico que pudiesen obtener ni la producción. El monto
que percibían se desconoce, debido a la red de confianza tejida en su torno, aunado a ello la ausencia de una contabilización
de las mujeres trabajadoras, dado que la producción textil fue construida a través de redes tejidas por lazos familiares (García
Corzo, 2018).
La gran ventaja de cubrir la necesidad de cuidado de los hijos, hijas y el hogar que representaron los microtalleres se opacó,
pues la industrialización provocó la instalación de grandes fábricas en zonas urbanizadas como en la Ciudad de México, lo
que incrementó la producción, y la oferta laboral benefició a las mujeres al proporcionarles la oportunidad de obtener un
ingreso salarial fijo, así como una mayor autoestima e independencia (Encandón, 2010) económica. Sin embargo, la
alternación de tareas domésticas con el trabajo fabril se complicaba, debido a que solían llevar a sus hijos e hijas porque su
mano de obra productiva era considerada (Cobo del Arco, 2007) esencial, barata y abundante.
Por consiguiente, la necesidad de cuidado hacia los hijos, hijas y del hogar, la necesidad económica, y la baja alfabetización
femenina, así como la situación patriarcal vivida en la Ciudad de México del siglo XIX fueron factores que determinaron la
realización, por parte de las mujeres, de ciertos oficios dentro de las fábricas. Algunas actividades fueron principalmente
(Pérez, 2003) el de costurera (82.28%), devanadora (3.51%), empuntanadora (2.49%), tejedora (1.61%) y urdidora (1.54%)
(Tabla 2).
Tabla 2.
Principales oficios de mujeres textiles de la Ciudad de México en el siglo XIX
Actividad
Porcentaje
Costurera
82.28%
Devanadora
3.51%
Empuntanadora
2.49%
Tejedora
1.61%
Urdidora
1.54%
Fuente: elaboración propia con información obtenida de Pérez (2003).
La percepción salarial femenina en las grandes fábricas se complicó, pues además de los factores antes mencionados, los
horarios no presentaban flexibilidad ni consideración alguna para las mujeres. Asimismo, gran parte de las trabajadoras solían
ser consideradas aprendices para que no percibieran remuneración económica; mientras que el abuso laboral, que se ejercía
con los niños o niñas, que las madres llevaban a las fábricas para que no se quedasen en casa sin supervisión, era a partir de
que trabajaran como auxiliares de los hombres adultos que generalmente eran familiares (Sosenski, 2010).
Esta situación de la ausencia de cuidado preocupó a las madres trabajadoras, pues sus hijos o hijas podían pasar gran número
de horas agachados o de rodillas, y se les podía pagar poco o nada representando mano de obra atractiva (Sosenski, 2010)
para las grandes fábricas. Causa fundamental que condujo, nuevamente, al establecimiento de talleres pequeños en viviendas
para que la mujer, de cierta manera, se independizara económicamente, y pudiese contrarrestar la falta de cuidado de sus hijos
o hijas.
Los salarios fabriles fueron un gran reto a finales del siglo XIX; en las fábricas las mujeres costureras tuvieron una percepción
económica de 4 pesos mensuales (13 centavos por día), mientras que, en 1901, 30 centavos por 12 horas de trabajo. Para el
año 1917, oscilaba entre 70 centavos y $2.40 diarios, alcanzando ingresos mensuales entre los $30 y los $99 para mediados
del siglo XIX, mientras un varón podía ganar el doble de esta cantidad (Duana y Gaona, 2016; Ramos, 1990; Di Mare Linares,
2021).
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Para la década de 1970, las grandes fábricas tenían un salario fijo para una obrera de entre $350 a $900 mensuales, que pasó
a $95.85 diarios para la manufactura en 1998, es decir, $11.98 por hora; sin embargo, el sexo femenino en la industria textil
solía ganar $7.10 por hora. Mientras que, el sexo masculino percibía $13.60 por hora. Un año después, la mujer recibía
$297.78 semanales por una jornada de entre 9 y 10 horas diarias (Robichaux, 2006; Quintero, 2007; Barrientos Juárez, et al,
2004). Para 2019, el salario mínimo fue de $102.68 pesos diarios, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía
(INEGI), y en el año 2022, el salario mínimo para específicamente el sector textil es de $49.23 por hora (jornada de 8 horas
$393.00 diarios, aproximadamente).
Salarios que, a lo largo del tiempo han mostrado una brecha económica generacional, y que han marcado profundamente la
participación laboral femenina, teniendo como consecuencia la disminución de trabajadoras en las fábricas textiles,
encaminándolas a desarrollar actividades que presentan mayor remuneración, o que no suelen ser tan demandantes de tiempo,
como por ejemplo las secretarias, oficinistas o estilistas, que han coadyuvado a que surfeen los bajos salarios, y las
precariedades laborales en el ámbito textil, teniendo a cambio tiempo para destinarlo al cuidado de los hijos, hijas y del hogar.
Además, por supuesto, de contar con un ingreso económico mejor (Martínez de Ita, et al, 2005; Vera Muñoz y Vera Muñoz,
2012).
En el siglo XXI, la reorganización familiar surge en función de la organización del espacio laboral (Magliano, et al, 2017); la
industria textil mexicana se reestructura conforme a la necesidad económica y de cuidado femenina como solución de
innovación social; la formación de MIPYMES comienza a través del eje central de la participación activa y dinámica de la
mujer desde su hogar, obedeciendo a resolver la ruptura de la sociedad (Ariza-Moreno et al, 2016).
Las MIPYMES textiles son lideradas por ellas mismas, con mayor dinamismo y flexibilidad en el horario, demostrando la
capacidad de tener un mejor control de sus tiempos junto con el cuidado de sus hijos e hijas; además, de una mayor
consideración a las múltiples tareas del hogar, y de generar menor tensión en su relación de pareja (Vallejo et al, 2018).
Lo que consecuentemente trae que, en el año 2022, las MIPYMES textiles en México sean las que mayor (60%) fuerza de
trabajo femenina emplean, siendo la fabricación de prendas de vestir la actividad que más mujeres (58%) contrata a nivel
nacional (Barrios, 2013; Rajchenberg, 2021). En tanto que la sastrería y las modistas, así como las costureras y las
confeccionadoras de prendas de vestir (82.8%) sean las que generan mejores niveles productivos en las MIPYMES, pues
suponen un tiempo laboral razonable, flexibilidad y son actividades de demanda constante de la población.
Además de ser lideradas por el sexo femenino (60%), algunas otras razones a las que se les atribuye su apogeo es que tratan
de contrarrestar los bajos salarios ofrecidos en las grandes fábricas ($7.90 por hora) (Castro Lugo, 2007), así como la
ampliación de cantidad de tiempo destinado a cubrir las necesidades en el cuidado de los hijos, hijas y del hogar.
El movimiento de MIPYMES consiguió reestructurar a la industria textil y, por ende, la participación de la mujer ha crecido
a ritmo ascendente; en el año 2014, de acuerdo al INEGI, 6 de cada 10 trabajadores en la industria textil eran mujeres, y en el
año 2021, en una MIPYME (4 personas) 3 de cada 4 cuatro trabajadores eran del sexo femenino, oscilando su ingreso entre
los $250 diarios, aproximadamente. No obstante, a pesar de que el ingreso económico en las MIPYMES es mayor en
comparación con un salario fabril, presenta un sesgo de género porque las mujeres tejedoras suelen percibir $120 por día
(Morales y López, 2021); a pesar de la incursión laboral de la mujer desde el siglo XVI, los salarios siguen representando un
reto de diferencia de género, mas no la oferta de su mano de obra, pues en el primer trimestre del año 2022 el INEGI informó
que el 79% de quienes trabajan en las MIPYMES son mujeres.
Dinamismo y flexibilidad de la industria textil a través de la mirada histórica que mostró que la falta de cuidado hacia los
hijos e hijas y del hogar, así como del deseo femenino de aportar y coadyuvar económicamente al ingreso familiar provocó
una restructuración que, en conjunto con la industrialización, ocasionaron efectos positivos en la estructura social, industrial
y económica mexicana (Cobo del Arco, 2007); pues la solución de innovación social ha respondido a la problemática de las
necesidades de cuidado y económicas, permitiendo que individual o colectivamente las mujeres se hagan cargo de una
necesidad social no satisfecha (Ariza-Montes, et al, 2016).
b. Contexto económico-social
El contexto económico-social para el desenvolvimiento del sexo femenino en esta industria ha sido esencial, porque sus
necesidades de cuidado y económicas influenciaron la reestructuración industrial textil mediante un desarrollo y aplicación
de nuevas actividades mejoradas (Ariza-Moreno, et al, 2016) junto con el deseo femenino de seguir con su cuidado materno,
de sus hogares, y el laboral.
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Mientras que, por otro lado, las etapas plasmadas con este método de análisis histórico-lógico (Figura 1) captaron las
diferentes fases abarcadas de las actividades textiles femeninas, tales como el hilado, tejido y teñido. Además, muestra que la
mujer es factor fundamental para la reestructuración industrial, dado que por medio de la innovación social encontró una
solución a la problemática de coordinar la necesidad del cuidado con la económica de manera más eficaz, eficiente y
sostenible, diferente a las soluciones ya existentes (Parada, et al, 2017). Sin embargo, la globalización también generó diversos
cambios en la interacción económica y social de la mujer, como los salariales y la fragmentación de actividades, que
coadyuvaron a que la participación laboral de la mujer fuese más flexible, dinámica y emprendedora.
Claramente, en la línea del tiempo realizada con este método histórico-lógico se visualizan los cambios estructurales que
abarcan desde la conquista española con los obrajes (1519-1700), y las mujeres realizando actividades como la sericicultura,
hilandería, tejedua y el teñido de telas, así como el cuidado de los hijos e hijas, trabajo no remunerado ni reconocido por la
sociedad. Por lo que, los microtalleres (1700-1830) se crearon con la finalidad de que pudiesen cuidar el hogar, los hijos o
hijas, y generar un ingreso económico.
Posteriormente, la industrialización aceleró la apertura de grandes fábricas (1830-2000), aumentando la producción y la
demanda de mano de obra con salarios bajos que obedecían a la poca alfabetización de la mujer, por lo que, la necesidad de
contar con ingreso económico desde su hogar, dio paso a la creación de talleres domiciliados (2000-2005), liderados por ellas,
pero que debido, principalmente, a la globalización se lograron conformar y formalizar las MIPYMES (2000-2022), puesto
que la fragmentación productiva marcó el camino a que las diferentes fases del proceso de producción se pudiesen realizar en
diversos establecimientos. MIPYMES encabezadas por jefas de familia, mujeres solas, mujeres madres solteras y, en
ocasiones, por hombres debido a la flexibilidad de horario laboral.
La línea del tiempo (Figura 1) refleja la participación de la mujer en esta industria, clave para su reestructuración, pues el
papel desempeñado ha estado sujeto a la innovación de la maquinaria y equipo, y a la innovación social porque la solución
encontrada a la problemática de cuidado y económica de manera diferente ha significado que, a pesar de las actividades
(teñido, tejido e hilado) textiles asignadas culturalmente y de la necesidad de cuidado de los hijos, hijas y del hogar, logró
sobresalir, emprender e innovar a través de una nuevas formas de organización y de producción entre el desarrollo económico
y social (Ariza-Montes et al, 2016).
.
Figura 1. Línea de tiempo de la participación de la mujer en las diferentes etapas de la industria textil de México 1519-
2022.
Fuente: elaboración propia.
Actividades que a través del tiempo no se olvidan, porque la decisión que enmarcó a las mujeres se permeó al continuar
trabajando por una remuneración económica sin descuidar a sus hijos e hijas y el hogar. Por lo que la construcción de redes,
tanto en los microtalleres como en la MIPYMES, coadyuvó a encaminarlas hacia una solución proveniente de la base social,
es decir, la mujer, para satisfacer las necesidades de cuidado y la económica.
Las redes tejidas en los microtalleres contribuyeron a la adquisición de conocimientos que, posteriormente, en el siglo XXI
condujo a las mujeres a liderar el tejido productivo de mayor auge, las MIPYMES. Con este tipo de establecimientos la
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solución a las necesidades de cuidado y económicas fue el desarrollo e implementación de ideas nuevas, proveniente de la
base de la sociedad, para satisfacer las propias necesidades de la población (Ariza-Montes et al, 2016) con interacción flexible
y dinámica, laboral y familiarmente.
Los resultados también ofrecen una tabla contextualizada en el salario femenino, a través de la reestructuración de la industria
textil (Tabla 3); ha tenido un apreciable recorrido desde los dos pesos mensuales que percibían en los obrajes de trabajo
voluntario las mujeres hasta los $120.00 diarios que logran ganar en una MIPYME. Salarios cambiantes e incrementales en
el tiempo, que muestran la diferencia salarial, pues los hombres percibían cuatro pesos en los obrajes, y $250.00 diarios en
una MIPYME del siglo XXI.
Bajos salarios que, desde 1519, han obedecido a la poca alfabetización y a las actividades textiles asignadas culturalmente a
las mujeres, y desobedecido al tiempo destinado al cuidado de los hijos, hijas y el hogar, pues la diferencia abismal de los dos
pesos mensuales, que recibía por trabajo voluntario en los obrajes, pasó a $0.13 diarios a finales del siglo XIX, y a $44.23 por
hora en el siglo XX. A pesar de la creación de los microtalleres y las MIPYMES para apoyar laboral y económicamente a la
mujer, el trabajo productivo desempeñado se ha llevado a cabo por colaboración de miembros de la familia de los respectivos
patrones o patronas (esposos o esposas, hijos, sobrinas y hermanos) o por la formación de una estructura informal acordada
entre los talleres con el fin de establecer un salario mínimo (Carstensen, 2019) tal como las fábricas textiles lo realizan.
Tabla 3.
Reestructuración industrial y salarial femenina textil en México.
Tiempo
Clasificación
Participación de la
mujer
Actividades de la
mujer
Salario
Siglo XVI
Obrajes
Esposas de los
presidiarios, hijos e
hijas, así como
presidiarias.
Abastecedoras de
hilo, hilandería,
tejeduría y
costura.
$2.00 mensuales.
Siglo
XVII-XIX
Microtalleres
Mujeres jóvenes sin
hijos, mujeres solas y
mujeres madres
solteras.
Costura,
devanado,
hilanderías,
tejeduría y
teñido.
Se desconoce debido a las redes tejidas
en la confianza.
Siglo XIX
Grandes
fábricas
Mujeres solas,
mujeres jóvenes,
mujeres madres
solteras, mujeres con
permiso del esposo.
Costurera,
devanadora,
emputanadora,
tejedora,
urdidora,
hilandería,
tejeduría y
teñido.
Finales siglo XIX--- $4.00 mensuales
($0.13 por día).
1901 --- $0.30 por doce horas de
trabajo.
1917 --- oscila entre $0.70 y $2.40
diarios ($30.00 a $99.00 mensuales).
1970 --- $300.00 a $900.00 mensuales.
1998 --- $95.85 ($7.10 por hora) con
jornadas de 9 a 10 horas diarias.
2019 --- salario mínimo de $102.68
diarios con jornadas de 8 horas diarias.
2022 --- $49.23 por hora (jornadas
laborales de ocho horas diarias).
Siglo XXI
MIPYMES
Lideran las
MIPYMES.
Sastrería,
modista, costura
y confección
2022 --- $250.00 diarios
aproximadamente.
Fuente: elaboración propia.
Por tanto, la innovación social surgió de los movimientos femeninos para lograr compaginar las necesidades del cuidado con
las económicas; movimientos sociales que provocaron cambios innovadores, mostrando una dinámica de relación entre la
economía y la sociedad que es conducida a través de la confianza, el respeto y la transparencia con relaciones más
participativas (Romero González, et al, 2010). Innovación social que a lo largo de la reestructuración de la industria textil no
ha tenido límites, pues ha formado constelaciones de acciones ordinarias y extraordinarias, desarrolladas en el trabajo, las
condiciones de vida y el territorio (Romero González, et al, 2010).
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Por consiguiente, a inicio del año 2022, más del 82% de las mujeres se dedicaban a la costura, de acuerdo a datos del INEGI
y, más del 80% siguen realizando la misma actividad textil prehispánica (teñido, tejido e hilado) por un salario fabril de $
4,880.00 mensuales con una jornada de 8 horas diarias. Por tanto, a pesar de la ampliación de la oferta laboral (secretarias,
economistas, abogadas, contadoras, etc.) para las mujeres, y a su emprendimiento (MIPYMES), las actividades textiles han
demostrado que su flexibilidad es fundamental para compaginar las necesidades de cuidado y económicas.
Así pues, el análisis de las diferentes etapas de reestructuración de la industrial textil mexicana (Figura 1) a través de la
participación de la mujer, mostró que los obrajes, los microtalleres, las grandes fábricas, los talleres domiciliados y las
MIPYMES, todas ellas formas de organización, se han creado como solución innovadora porque la mujer discrepó de las
establecidas y llevadas a cabo por el Estado (programas de financiamiento y de apoyo), puesto que se centran en su mayoría
en las empresas exportadoras, que logren incrementar los ingresos provenientes del exterior, y no en la competitividad o en
el incremento del empleo (Rodríguez Monroy & Fernández Chalé, 2006). En cuanto a la brecha salarial, desde los $2.00
mensuales que recibía en los obrajes, hasta los $120.00 diarios que una mujer en una MIPYME percibe son un rasgo
sobresaliente de los mercados urbanos del país (Ariza, 2006), de la alta demanda de mano de obra que la poca especialización
femenina justifica, y de la división cultural de actividades productivas.
Por tanto, la necesidad económica y de cuidado son factores fundamentales para la reestructuración de la industria textil que
la participación de la mujer ha sido capaz de flexibilizar, dado que la innovación dotada de los conocimientos sociales
femeninos para resolver la problemática de conjuntar dichas necesidades ha sido mediante el desarrollo de nuevas formas de
realizar las actividades productivas para desafiar los retos sociales y económicos que enfrentan los individuos y las
comunidades (Ariza-Montes, et al, 2016).
V- Conclusiones
La notoria participación de la mujer a través de su necesidad económica y de cuidados trajo consigo nuevas formas de
organización que contribuyeron a la reestructuración de la industria textil mexicana; desde su incursión obligatoria en los
obrajes hasta las extenuantes jornadas laborales de las grandes fábricas mostró que su tiempo podía repartirse, dado que sus
hijos e hijas y el hogar debían de ser cuidados, a la vez que aspiraba a una remuneración económica por la realización de
trabajo.
Ambas necesidades se convirtieron en el eje central de la problemática expuesta por las mujeres trabajadoras de la industria
textil, quienes encontraron solución a través de la conformación de microtalleres porque tenían mayor control de su tiempo,
podían cuidar a sus hijos o hijas, y recibían salario por producción textil. Por lo que, la creación de redes productivas que
antecedió a la creación de MIPYMES, fue un proceso de creación de nueva práctica social, pues la mujer adquirió las
habilidades cognitivas y organizativas necesarias (Ariza-Montes, et al, 2016), solución que conjugó la problemática de la
necesidad de cuidado con la económica.
Problemática derivada del descuido familiar, y que la necesidad económica agravó, puesto que los programas sociales eran
dirigidos principalmente a jefas de familia o, en su caso, a mujeres solteras con hijos o hijas, pues no lograban encontrar
solución alguna. Sin embargo, la reestructuración de la industria textil con la mujer inmiscuida abrió paso a los microtalleres,
talleres pequeños y MIPYMES, liderados por ellas de manera eficaz y eficientemente y un tanto diferente, debido a que las
jornadas extenuantes que la mayoría de las veces implicaba un aumento salarial y que, consecuentemente traía falta de tiempo
para el cuidado de los hijos, hijas y del hogar, logró revertir este efecto debido al cuidado de los hijos e hijas ejercido dentro
de los establecimientos. Sin embargo, la colusión que las MIPYMES hacen con respecto a mantener un sueldo fijo entre ellas,
hace pensar que este tipo de organización se está dirigiendo a una monopolización, marcando una nueva etapa de innovación,
en la que la mujer puede generar una nueva forma de organización más equitativa y cooperativista.
La participación de la mujer desde la conquista española, con salarios inferiores a los de los hombres, fue otro factor que
condujo al urdido de redes de microtalleres que, posteriormente, se convirtieron en MIPYMES, pues en pleno siglo XXI la
diferencia salarial aún está presente, además de que la carga de trabajo de cuidado de los hijos, hijas y del hogar sigue
culturalmente asignado a la mujer. No obstante, el avance en la alfabetización femenina se ha incrementado, ya que se
encuentran muchas mujeres fungiendo como supervisoras, propietarias de grandes fábricas textiles, coordinadoras de
establecimientos manufactureros, aunque su participación sea mínima en comparación con las actividades más comúnmente
realizadas como las de costura, teñido, tejeduría, entre otras.
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Por ende, esta investigación concluye que la mujer, en el contexto histórico, ha sido factor clave de innovación porque a través
de la externalización de la necesidad económica y de cuidados logtejer redes que llevaron a la creación de establecimientos
que ella misma ha liderado, obteniendo esa independencia económica que tanto anhelaba.
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Financiación:
Dicha investigación está realizada en base a investigación de tesis doctoral de autora sin ningún tipo de financiamiento
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