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ISSN 2410-5708 / e-ISSN 2313-7215

Año 9 | Núm. 25 | pág. 8 - 15 | junio – septiembre 2020

http://www.faremcarazo.unan.edu.ni

Gestión del Conocimiento en el siglo XXI: universidad y cambio de época

https://doi.org/10.5377/torreon.v9i25.9850

Fecha de recepción: 27 de marzo, 2020 / Fecha de aceptación: 13 de mayo, 2020

M.Sc. Ramón Ignacio López García

Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua

https://orcid.org/0000-0001-9213-0299

rilopez@unan.edu.ni

nacho.ni@hotmail.com

Palabras clave: cambio de época, desarrollo, educación, gestión del conocimiento, universidad.

RESUMEN

El artículo nos invita a repensar el momento educativo en el que nos encontramos desde el campo de la enseñanza universitaria. Apuesta retomar la teoría del “cambio de época” como forma crítica para desentrañar el quo vadis de la formación educativa, donde se promueve un intento de pensar en las preguntas que necesitamos responder para desarrollar la propuesta educativa que nos ayude en el presente y no a pensar en las respuestas que el sistema mismo nos diseña para que reaccionemos con respuestas ya estudiadas por el aparato colonizador, quien en silencio se instala en el quehacer educativo y en otros ámbitos de la vida. Un espacio reflexivo en el que bien cabe preguntarse ¿hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir con los procesos de formación profesional?

INTRODUCCIÓN

Repensar el momento en el que se encuentra la formación universitaria en contraposición del hacia dónde apunta su futuro en medio del actual escenario del “cambio de época”, permeado por la constante disputa del mundo entre el mercado, la tecnología y la sociedad, esa es la principal reflexión del contenido que gira en torno a la necesaria tarea de la educación universitaria por mantener una constante vigilancia ética, epistemológica y procesal del momento importante en el que nos encontramos. La teoría del “cambio de época” propuesta por Castell y otros, también retoma la crítica a la forma en que construimos y gestionamos el conocimiento y cómo con nuestro encuentro con el mundo nos obliga a estar constantemente revisando nuestro quehacer para darnos cuenta a qué preguntas estamos respondiendo para garantizar la vida misma. Razón por la que es pertinente preguntarse ¿a qué preguntas estamos dando respuesta? ¿A las que necesitamos para consolidar la parte humana y enfrentar la vida o a las que nos plantea un sistema acuerpado por la avalancha de la tecnología y la cultura del consumismo? en cualquiera de los casos, que la reflexión nos permita saber lo valioso de tener presente que es importante abandonar el diseño de las respuestas que el sistema desea. La formación educativa universitaria empieza a navegar entre las condiciones favorables para el despegue del mundo cibernético y además se encuentra frente a procesos de homologación, diseños de modelos educativos para los procesos de aprendizaje, pero de forma curiosa, esos aprendizajes podrían estar siendo menos integrales cuando nos enfocamos en conocimientos muy específicos en las disciplinas científicas vinculadas al mundo de la productividad socioeconómica.

DESARROLLO

El ambiente más crítico de las ideas de desarrollo continúa trayendo a la mesa de discusión el papel de la gestión del conocimiento, pensando en los medios y en sus fines. El siglo XX nos ha mostrado que lo vivido en el campo de la revolución científica y del conocimiento hasta hoy, es apenas, la punta del iceberg que se abre paso de manera rápida en el presente siglo XXI. Así también nos mostró, que las geniales ideas de Marx fuera de ser trilladas, han continuado convirtiéndose en herramientas excelentes para el agresivo avance de las ideas capitalistas que promueven el consumo, la explotación de los recursos y la desigualdad de la posesión de los capitales y riquezas en el mundo donde se dice que el 80% de las mismas se encuentran en manos del 20% de la población.

No se trata efectivamente de una época de cambios que estamos experimentando, no es una cuestión de moda, sino más bien, un “cambio de época” al que nos enfrentamos, en el que la sociedad, el mercado y el mundo virtual se encuentran en un épico duelo que culminará seguramente con el predominio de uno de ellos.

Teoría del “cambio de época” y gestión del conocimiento

Para comprender mejor la teoría del cambio de época, rescatamos la expresión usada por De Souza en algunos de sus escritos mencionando que “Cuando los indígenas Aymara (región Andina) dijeron: cuando teníamos todas las respuestas, cambiaron las preguntas, ellos reflejaban su perplejidad frente al actual cambio de época” (De Souza, 2009). Esta perplejidad se puede vivir en muchos espacios del mundo, sin tener la habilidad de los Aymara para reconocer que estamos frente a algo que cada día nos exige mayor comprensión.

La gestión del conocimiento frente a una nueva revolución mundial con nuevas características muy diferentes a la de la revolución industrial, requiere tener presente cómo funciona la tecnología para poder comprenderla y aprovecharla. Los retos del conocimiento en la sociedad contemporánea van más allá de comprender cómo funciona la sociedad, cómo funciona el mercado y su relación con la “evolucionante” tecnología.

Rocío Domínguez (2009) citando a Castells (2000), menciona que la sociedad de la información supone una nueva revolución industrial. Una tercera revolución, surgida tras una primera puesta en vigor con la máquina de vapor y una segunda guiada por la utilización masiva de la electricidad, que tiene en sustento la información y la capacidad para gestionarla a través de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación).

De Souza (2009), quien dinamiza las ideas de Manuel Castell sobre la teoría del cambio de época, menciona que “desde hace cuatro décadas, cambios cualitativos y simultáneos en las relaciones de producción, las relaciones de poder, las formas de vivir la experiencia humana y la cultura del industrialismo están transformando el sistema de ideas, sistema de técnicas y sistema de poder dominantes de dicha época histórica”.

La reflexión de De Souza sintetiza que el ciudadano del planeta se encuentra vulnerable ante tres epicentros que se traducen en tres revoluciones: tecnológica, económica y sociocultural. Sobre ello resume que la primera posee un enfoque cibernético a su práctica: reduciendo todo a una cuestión de información. La segunda contempla un enfoque mercadológico: donde todo se traduce a una cuestión de competitividad. Y la tercera promueve la posibilidad de que la comunidad organizada podrá de forma innovadora dar respuesta a todos los problemas que se presenten en cada nueva generación.

Estos tres enfoques que conviven en el sistema de gestión del conocimiento de la sociedad actual poseen sus características particulares, las que progresivamente van creando antagonismos por el alcance del dominio total del mundo.

Obviamente la atención principal en este momento es sobre la tecnología, por ser la revolución más reciente. Compartiendo estos preceptos, Milagro Rodríguez y otros, argumentan que “los progresivos cambios generados por la llamada revolución tecnológica, cuyos ejes fundamentales fueron la innovación en todos los campos de la ciencia y en particular en las TIC, no solo han determinado cambios multidimensionales sino que han dado origen a un nuevo paradigma social y a una nueva cultura” (Rodríguez, 2009). Sin embargo, los alcances y estructuras invisibles que posee el mercado han establecido muchas pautas para su dominio durante todos estos años, aunque todos sabemos que todo lo sólido se desvanece.

De acuerdo con Rodríguez, “el rol o función que cumplen las tecnologías de la información y las comunicaciones como herramienta es facilitar la conservación y almacenamiento del conocimiento, su organización y categorización, así como brindar las posibilidades para compartirlo, pero sobre todo el de acelerar la velocidad de transferencia de dicho conocimiento” (Rodríguez, 2009). Luego de resumir la participación del mercado y la tecnología en nuestro proceso de gestión del conocimiento, desde el punto de vista de la intervención social y las preocupaciones humanistas, suscita preguntarse: ¿Será la nueva sociedad de la información consumida por la invención del mercado? ¿Podrá la humanidad mantener su esencia y adaptarse a la vez a todos los escenarios cambiantes propuestos por la sociedad de mercado y la sociedad cibernética? ¿Podrán estos escenarios actuales vencer las barreras discriminativas profundizadas ya por la sociedad de economía?...

En definitiva, nos encontramos ante una etapa más de los procesos complejos de la Globalización. Sobre estas preguntas claves para nuestra discusión y el actual entorno, el autor Fernando Chaparro con sus aportes menciona que “la globalización es un proceso que va más allá de la apertura de mercados y de la internacionalización de la economía”, reconociendo que la informática está determinando muchos aspectos de la vida cotidiana de nuestro mundo. Obviamente esta realidad está presente en la academia, en nuestras universidades, materializada en la forma en que nos adaptamos, comunicamos, asumimos y promovemos la educación, es decir; la formación de los actuales profesionales.

Entonces adicionamos una nueva interrogante: ¿cuál es el modelo de gestión de conocimiento, posicionamiento y enfoque que ante esta realidad debemos asumir desde la formación universitaria? La preocupación mayor que podemos tener es que si no vigilamos nuestros procesos podríamos estar diseñando las respuestas que el sistema desea que propongamos, es decir; los Aymara deberán darnos una buena lección de los procesos de gestión del conocimiento.

Los modelos de educación universitaria vinculados a la gestión del conocimiento

Para revisar las respuestas que estamos generando al escenario en el que nos encontramos es necesario tener conciencia de la necesidad de ser autocríticos de nuestras acciones y procesos, además de ser críticos del sistema mundo donde estamos inmersos. Pues como menciona De Souza “no estamos frente a una época de cambios como nos están haciendo creer sino frente a un cambio de época” (De Souza, 2009).

Antes de sintetizar nuestras preocupaciones ante los modelos de planificación educativa universitaria veamos los aportes de Domínguez quien citando a Villa (2006), nos plantea las siguientes posturas críticas ante la nueva realidad social que vivimos:

“Existe un descenso de la capacidad de concentración”, hay muchos factores distractores que impiden una buena discusión académica entre docentes y estudiantes. “Estamos frente a un exceso de información”, lo que en ocasiones termina dispersando lo que buscamos. “Tenemos saturación de la superficialidad”, la gente siente necesidad de comunicarse en un mundo en el que se encuentra cada vez más sola. “El lenguaje de los medios de comunicación, es en general corto, casi lacónico”. “Pasividad y pérdida del espíritu crítico”. “Pérdida de la capacidad de razonamiento”, eso facilita la posibilidad de convertirse en receptores de la información.

Como bien menciona Domínguez “los nuevos canales, estilos y formas de comunicación, están marcado la forma de construir los conocimientos. El auge que las TIC han vivido desde finales del siglo XX, ha hecho que la humanidad tenga ahora en sus manos poderosos instrumentos de comunicación con los que se favorece el desarrollo de la sociedad, la extensión de la cultura, la educación, la democracia y el pluralismo” (Domínguez, 2009). Sin embargo, no siempre es provechoso dado que el juego del capital prefiere evitarse una sociedad crítica, para ello es mejor tener a la disposición un ejército de consumistas que permitan dinamizar el aparato comercial.

La preocupación en este campo es ¿los modelos educativos en las universidades están siendo coherentes con la visión de nación y responde a necesidades estratégicas o a necesidades específicas?

Veamos un poco nuestra experiencia en la universidad, se dice que la revisión de planes de estudio debe realizarse al menos cada 5 o 6 años para actualizar la coherencia con las necesidades y los cambios del entorno. Sin embargo, es hasta el año 2013 que se hace una nueva revisión de todas las carreras desde el diseño de planes de 1995. En el nuevo plan 2013 la lógica orienta una planificación centrada en el estudiante, donde se trabaja con un enfoque por objetivos cognoscitivos, procedimentales y actitudinales. Eso le proporcionó un impulso a la gestión del conocimiento buscando la pertinencia en el nuevo entorno.

Actualmente (a partir de 2017), nos insertamos en un nuevo modelo de planificación, centrado en el enfoque por competencias. Sin embargo, hay varios aspectos que revisar en este proceso: uno es que aún no se evalúa el efecto del diseño del plan 2013 y lo otro, más importante para nosotros, es el hecho de tener presente que el enfoque por competencias podría ser lo que el sistema desea que respondamos y no estemos siendo más hábiles que los Aymara quienes al menos tienen las cosas más claras. Entonces surgen otras inquietudes: ¿Hacia dónde marcha la formación de nuestra universidad? ¿Por qué no se promueve espacios para la discusión de la pertinencia de un nuevo enfoque? ¿Qué papel juega nuestra universidad en el esfuerzo por esa coherencia entre el entorno, las necesidades de país y el estilo de la formación de profesionales? Preocupa la posibilidad de que esos aprendizajes podrían estar siendo menos integrales cuando nos enfocamos en conocimientos muy específicos, en las disciplinas científicas vinculadas al mundo de la tecnología y la productividad económica.

El rol de la universidad en la gestión del conocimiento

El compromiso clave para la formación que las universidades debemos asumir frente al escenario actual planteado tendrá que ser más beligerante en torno a la realidad, para definir con mejor precisión la sociedad que deseamos construir.

Gestionar el conocimiento en el actual contexto, obliga a nuestras universidades a revisar permanentemente su visión y misión, para no perder de vista la esencia necesaria de mantener impregnado el quehacer de la dimensión humanista en los procesos formativos con sus relaciones de aprendizaje. Las preocupaciones van más allá de pensar en los modelos de gestión educativa, los paradigmas del conocimiento y los enfoques de la programación curricular, dado que el complejo escenario tiende a desvincular una cosa con otra cuando en realidad todos los procesos deben poseer transversalidad y coherencia para alcanzar las metas de la educación universitaria.

Sin embargo, para hablar de gestión del conocimiento en el campo de nuestras universidades no basta con pensar en la evaluación, revisión y actualización de los programas curriculares y su vínculo con las necesidades de la actual sociedad. La exigencia -además- debe estar más pensada en términos de planes nacionales y de políticas integrales en el marco de una cooperación genuina que ayude a equilibrar las fuerzas inevitables del sistema de mercado con su idea de consumirlo todo, y la velocidad audaz con la que las tecnologías comienzan a cibernetizar nuestras venas.

En tanto esas discusiones puedan estar presentes en los procesos de gestión del conocimiento, el campo de la sociedad como energía humana podrá mantener esperanzas para una vital humanización del conocimiento.

CONCLUSIONES

Consideramos pertinente para esta parte retomar lo mencionado por Fernando Chaparro, “Al final del siglo XIX Max Weber hizo un penetrante análisis del papel del científico en su sociedad y de la responsabilidad social del conocimiento. Pero lo que ha cambiado es el sentido de urgencia que confrontamos, ya que está en juego la viabilidad misma de la sociedad”. Este pensamiento en el siglo XXI continúa siendo vigente dado que nos encontramos frente a una necesaria tarea de la educación universitaria por mantener una constante vigilancia ética, epistemológica y procesal del momento en el que nos encontramos, con el único propósito de no perder de vista la meta de fortalecer el carácter humanista y crítico en los actuales profesionales que requieren nuestros países.

El escenario del cambio de época, obliga a las universidades a educar para la productividad, será necesario entonces asumir en la formación universitaria un rol más beligerante en la gestión del conocimiento disciplinar, creando las condiciones para que el capital y la tecnología sean un medio para el desarrollo de los pueblos y no un fin que predomine sobre la cultura y la sociedad. De manera que sea posible crear nuestras propias interrogantes a las necesidades reales del contexto, asimismo, nuestras respuestas puedan tener coherencia interna y externa superando el reducido hecho de comunicar y transferir información.


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