Mientras camina
DOI:
https://doi.org/10.5377/rll.v3i2.9393Abstract
Mientras camina, hunde los brazos en el aire. Nada lo detiene, atropella a quien le sale a su paso. Dijo que es de Rivas. — ¡Je, je! La ciudad de los mangos, ¡ je, je! Prosigue su recorrido; reparte golpes con sus brazos al azar. Va en el pasillo de punta a punta, una distancia de diez metros. Lo ha estado haciendo desde las seis de la mañana, ahora que son las doce meridiano, seguirá, pero enfilado, anunciaron la hora de almorzar.Manuel, alto, de tez azulada, brilla con
el sudor a cuesta, sus extremidades largas le ahorran distancias. Julio Villachica abandona la plazoleta del patio central. El periplo de las regaderas al patio,es su deleite apenas se levanta. Largo tiempo pasa expuesto a los rayos del sol, su cuerpo parece el de un marinero, con su dorada piel. Julio, a él nadie acá le conoce la voz, y no es que sea sordomudo, porque oye, más cuando anuncian la hora de las comidas. El tiburón, así le dicen, un descuido de un comensal, y Julio lo deja sin su alimento.
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