La cultura sin ciencia: irracionalismo cultural
DOI:
https://doi.org/10.5377/alerta.v3i2.9743Resumen
Sr. Editor.
He leído con profundo interés el editorial de la doctora Xochilt Sandoval, abordando el reto que representa avanzar hacia una cultura de publicación científica1. Considero pertinente valorar la parte medular del problema, que reside en nuestra cultura general y que se refleja, al fin de cuentas, en una tendencia de poca o nula producción científica.
Predomina en nuestra medio una ola de anticiencia e irracionalismo2. Esto no debería sorprendernos, ya que nuestra cultura se cimentó sobre bases mágicas y religiosas. Siempre fue más fácil explicar los fenómenos naturales, bajo conceptos aportados por el sentido común, sin jamás detenerse a reflexionar el porqué de tales eventos desde una perspectiva científica. Queda claramente evidenciado esta realidad de nuestros tiempos, en la que se conoce y se valora más el accionar de un futbolista que el de un científico, quien desde su laboratorio busca arrojar nuevas luces, robar los misterios de la naturaleza y salvar vidas en muchos casos.
La educación debería ser la antorcha que nos ilumine a la luz, pero en lugar de eso, las técnicas actuales para enseñar investigación se vuelven un escollo más por superar. Se enseña la investigación de tal forma que parezca un mundo hostil, complejo, aburrido y al que solo pueden acceder un grupo pequeño de iluminados; es decir, de esta manera se termina por suprimir el escaso interés que el estudiante podría llevar por la investigación. Esta atrofia investigativa inicia desde la formación primaria, se agudiza en la secundaria y alcanza su máxima expresión en la educación superior. De ahí surgen trabajos de investigación que solo se vuelven un requisito más para obtener el título. Algunas universidades, incluso, han retirado ya de los pasos que deben cumplir sus graduandos, el realizar trabajos de investigación. Gutiérrez y Mayta buscaron las limitaciones que se encuentran en el ámbito docente, revelando que la ausencia de la cultura de publicación es sumamente nociva, ya que la mayoría de profesores no investiga y por ende no puede ayudar a un estudiante con inquietud científica, con el agravante de que no se valora tal esfuerzo y se desconocen las oportunidades disponibles3.
Pese al problema estructural que enfrentamos y que socava los esfuerzos científicos desde su raíz, existen en el país algunos rebeldes que contra la cultura de no razón que nos domina, siguen haciendo ciencia. Resulta alentador revisar trabajos como el de Monge-Nájera y Ho4, que desde fuera de nuestras fronteras, reconocen el gran potencial científico del país, que se ha visto reflejado principalmente en la ciencias sociales. Estos rebeldes se han esforzado por dar a conocer sus trabajos, pese a que la mayoría de nuestras instituciones científicas permanecen en el anonimato para el mundo científico internacional. Indica esto que la esencia de la investigación esta presente, al menos en un grupo de profesionales, quienes, con el estímulo necesario y las oportunidades de publicación, tal y como el que está abriendo la revista Alerta, podrían pintar un panorama diferente para nuestra ciencia.
Los países desarrollados ya han aceptado que el potencial de sus sociedades descansa en sus logros científicos, en la capacidad de resolver problemas comunes y frecuentes por medio de la ciencia. En El Salvador aún no damos ese paso tan crucial. Se hace necesario, además de políticas claras en el área de investigación, la formación investigativa continua, que exige incluso la colaboración de los jueces de las revistas científicas, quienes no tienen la obligación de ser profesores de ciencia, pero sí de abonar con observaciones sobre los errores teórico conceptuales, que son propicios de ser mejorados5. De la solidaridad perseverancia de todos los que desean hacer ciencia, surgirán los grandes frutos que incidan de manera favorable en mejorar los problemas urgentes y siempre presentes de nuestra sociedad. Está claro que necesitamos ciencia hecha por nosotros y para nosotros. Los textos científicos internacionales nos abonan en aspectos generales, que pueden contribuir a comprender mejor desde nuestro propio prisma la realidad que no es propia y que no puede ser explicada completamente desde afuera.
Aunque cambiar nuestra cultura parece una tarea titánica, apuestas como la revista Alerta, pueden ser el tan necesario génesis que conlleve cambios graduales positivos en la visión hacia las ciencias. Abre la puerta para que aquellos que hacen ciencia, tengan la oportunidad de mostrar su trabajo al mundo. Es la primera de las soluciones para resolver la ausencia de la cultura de publicación científica. Hacen falta muchos esfuerzos para cambiar esta realidad, que involucra desde los hacedores de políticas públicas, pasando por los sistemas formativos en todos los niveles, hasta llegar a los profesionales de todas las áreas, en quienes se debe estimular la producción científica como una actividad gratificante. Nunca debemos de perder de vista que la ciencia es y será la antorcha que nos aleja de la oscuridad, de la ignorancia y del miedo; fomentarla y cultivarla es tarea de todos.
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